martes, 1 de diciembre de 2015

Mi vida perfecta.



No es la primera vez que alguna persona me hace algún comentario más o menos directo sobre mi elevada actividad en Facebook pero sobre todo sobre la “perfección” que aparento o la gran felicidad que me invade, y tristemente esta gente (que por lo que asumo vive de estar calificando a los demás en base a su propia experiencia) piensa que me conoce, porque me tiene en feis.

Me gusta poder compartir cosas que me pasan y darles un giro divertido, simplemente porque creo que así es como debería ser la vida, porque me gusta que me lean y me gusta compartir a quienes les interese un poquito de mi vida.

El hecho de que hoy sea lo que soy y piense como pienso es el resultado de experiencias fuertes (como todos) y estoy segura que en 1 año, 10 o 20 voy a pensar muy distinto, porque se vale. Todo va cambiando, todos vamos evolucionando y personas que en algún momento fueron importantes y valiosas dejan de serlo, y hay que seguir, porque no puedo ser la misma chamaquita que le quitaba el lunch a otras almas en desgracia en prepa, o que se burlaba de todo el mundo por como era o pensaba, ya no soy la mujer que empezó a trabajar en el mundo corporativo llena de sueños de grandeza, tacones y café de starbucks; la que se bajaba del coche a golpear a otros conductores, definitivamente ya no soy la misma novia muy “papas fritas” que pensaba que tenía controlado al mundo y dentro de ese mundo a sus parejas, es más, ni siquiera recuerdo a esa persona que juraba que jamás dejaría su carrera profesional en empresotas por nada del mundo, y mucho  menos a esa persona que se reía de quienes creían en la magia. Mi vida ha dado cambios tremendos, mi manera de pensar, de evaluar y de existir, porque me he dado cuenta que para mi hay cosas más importantes y sobre todo que soy responsable de cada paso que voy dando y más aún porque tengo un espectador muy atento y quiero enseñarle que se vale.

Hace como 12 años tuve un accidente espantoso, a la fecha cuando recuerdo escenas de mi coche dando trompos y luego volcándose varias veces, recuerdo que abrí los ojos y no los cerré porque sentí que si los cerraba no los volvería a abrir. En ese accidente, iba conmigo una amiga, que compartió conmigo muchísimas cosas, hasta el destino ese día. Pasé algunas horas detenida, mi papá pagó caro el árbol que tiré y los daños a la nación, después tuve que ir a Barrientos a hacer trámites, al hospital y a recuperar los pedacitos de mi seguridad. No tenía Facebook, pero estoy segura que si hubiera tenido, habría compartido una reflexión sobre esa experiencia, o tal vez un chiste sobre ese momento y no la monserga que viví.

En mi camino de vida tuve que pasar por eventos dolorosos, complicados que me pusieron en jaque varias veces. He perdido personas amadas, he estado internada con tranquilizantes marca diablo después de ataques de pánico y ansiedad, he pasado momentos difíciles con mi familia, y desde que tuve a Leo, he tenido días donde me encuentro atrapada en una eterna pregunta: estoy tomando las decisiones correctas? Y tengo dos opciones, tirarme al piso y llorar, postear trágicamente mis penas o darle la vuelta y verle lo bueno. Elijo siempre lo segundo.

Tengo 5 años de casada mas otros 5 de novios, es decir 10 años junto a mi esposo. Honestamente estoy segura que podría contar los encontronazos de muerte con los dedos de la mano, pero eso no quiere decir que no nos hagamos caras o nos digamos groserías con la mente, que no nos volteemos los ojos y a veces nos desesperemos y respiremos como toros. Pero yo elijo ver la otra cara de la moneda, elijo ver que a pesar de todo eso, elegimos estar juntos, y no por el papel o el anillo, si no porque así lo deseamos, y me gusta compartirlo porque estoy segura que muchos por ahí a veces necesitan leer eso y saber que no importa como se pongan las cosas, siempre va a llegar alguien que te haga sentir ganas de querer luchar. Yo tuve que pasar por algunas relaciones complicadas para aprenderlo, y en lugar de mentarle la madre a esas personas, les agradezco por haber estado y haberse ido, de otra forma no tendría lo que tengo hoy.

Dejar el trabajo fue otra decisión mortal. El postear sobre esto y compartirlo, me sirvió de espejo para ir agarrando valor, entre pláticas con personas cercanas, hormonas y baby blues, mis ganas de encarar la vida desde otra perspectiva que me llamaba más que nunca tomé esta decisión, que a veces me pone pruebas, y me dan ganas de ponerme mis tacones más altos y salir corriendo, otras veces extraño mis shoppings millonarios, y me voy a un Shopping más austero, otras veces no tengo pacientes, ni pedidos de galletas o pasteles, y busco otras formas de tener ingresos, a veces lloro y me cuestiono… pero en lugar de postear mis crisis, elijo compartir que me siento valiente y afortunada por haber tomado una decisión de vida basada en el amor a mi misma y a mi familia, y que a pesar de que tengo días de perros, las recompensas y lo que he aprendido este año y medio no los cambio por nada.

A la persona que me dijo: tu vida no es perfecta, me gustaría contestarle por aquí como lo hice en persona: si lo es. Tal vez para ti no lo sea, o posiblemente creas que armo un teatro y me alejo de la realidad, que vivo en una burbuja de apariencias, pero esa es tu perspectiva. Para mi, mi vida como está es perfecta. Y con los cambios que lleguen lo será aún más. Y voy a seguir posteando mis ideas, mis experiencias y lo que se me de la gana porque hasta donde sé Mark tiene pocos filtros y esto es libre. Voy a compartir mi alegría de cada paso, y lo único que voy a seguir editando son las fotos donde me veo muy cachetona (a veces sin mucho éxito).


Hay dos tipos de personas en el mundo, quienes creen que nada es magia y quienes creen que todo es magia. Yo ya estuve en los dos lados y me quedo con el segundo, y si por desgracia, pensaste que me conocías porque lees mis status o ves mis fotos y me tienes en “amigos”, te equivocas, porque quienes han estado a mi lado en serio, saben que hay más, y si no te late o te molesta hay un botón mágico que por desgracia no existe en la realidad, se llama unfriend.

lunes, 12 de octubre de 2015

Ama de casa...tu abuela.


Estoy preparando la comida, en realidad mis comidas son muy sencillas, yo no hago mole de olla ni cosas elaboradas, Knorr y cualquier otro aditamento que me haga la vida sencilla es bienvenido. De repente suena mi celular, un número desconocido. Es una Head Hunter, muy interesada en mi Currículum. Me dice que tiene una oportunidad para mi, que es en una empresa Europea de Consumo Masivo para un gran puesto Global tremendísimo. La escucho mientras pico las calabazas. Al terminar le explico que yo salí del mercado y que tengo un niño pequeño en casa, y me dedico a otras cosas. Entonces ella pregunta: ah, entonces eres AMA DE CASA? (Espacio de cerebro resonando)… Se me cae el cuchillo de la mano. 

Veo mi casa y está desastrosa, hay rayones de crayola por ciertos lugares, juguetes, ropa limpia en la secadora y no me acuerdo cuánto tiempo lleva ahí. Esta semana no vino la señora Ivette, ¡¡soy un desastre sin ella!!

Jamás he sido muy hogareña que digamos, soy más bien silvestre. Las cosas sencillas, se me descose el dobladillo del pantalón? Tengo una engrapadora buenísima. La ropa que "plancho" queda más arrugada que antes de plancharla, un día quería hacerle a mi esposo un platillo con pescado que quedó tan aguado que terminó siendo algo tipo caldo de pescado, se me olvida que dejé hirviendo cosas… no se si la palabra sea floja, prefiero práctica, no se oye tan feo. Mis días pasan en pants, jeans, ropa cómoda, tenis, cola de caballo y juegos con Leo, cantamos, jugamos, bailamos… y luego tengo terapias, otras veces tengo que decorar pasteles y galletas, organizo mi agenda para escribir o tomar cursos y otras veces salgo a comer o tomar un café con las 5 amigas que me quedan y no les doy "hueva". Entonces hago memoria, yo jamás vi a mi mamá (con 3 hijas) en pijama a las 2 de la tarde, y sin irme taaan lejos, mi abuelita con 6, tenía todo bajo control. Mi casa siempre estaba ordenada, nosotras listas y peinadas estiradas, la ropa limpia, la comida sin falta todos los días… mi mamá jamás dijo: híjole ya son las 2 y no me dio tiempo de hacer de comer, vamos por un caldito de pollo al vips. Y estoy casi segura que la mayoría jamás ha visto a su abuelita en pants o con la casa tirada, o ropa sucia. 

En las empresas que trabajé, siempre hacíamos estudios para entender el segmento de AMAS DE CASA, nivel medio, entre 25-35 o 40 años. Y suponíamos en nuestras mentes ejecutivas de primer mundo que eran mujeres con delantales, que cosen la ropa, y se sienten culpables cuando no les da tiempo de hacer un menú de 5 tiempos, con su respectiva agua de frutas. Incluso hacíamos sesiones de grupo con estos seres, y llegaban mujeres perfectamente bien reclutadas, amaestradas pues, a decirnos justo lo que queríamos escuchar. Pero hoy, que voy a lugares donde hay otras mamás del calibre, o sea del target me doy cuenta que es un chiste. Las mujeres que se quedan en su casa no se sientan a tejer y ver la rosa de Guadalupe mientras la carne se ablanda y luego salen a buscar las frutas y verduras frescas para hacer guisos estilo Como Agua para Chocolate (mi libro favorito). Las mujeres de hoy no necesitan "trabajar" oficialmente en ningún lado, salen de su casa y buscan cosas que hacer. La mayoría consigue algo tipo Avon, Concord, DoTerra, Just, Andrea… dependiendo el perfil y en nivel, pero todas venden y hacen algo, toman cursos, les gusta orearse pues. Y dato para los curiosos, conocí a una mujer que tiene 3 hijos, "ama de casa" que lleva 15 años vendiendo Avon, es una señora que tiene una mafia como de 30 amigas abajo vendiendo. La mujer se mete entre 30 y 50 mil pesos mensuales. La próxima vez que juzgues a alguien que se dedica a eso, ten cuidado de ganar más de eso para al menos estar parejos, ah y ella no se mete las chingas que tu si, querido Godinez. 

Afuera, hay un mercado invisible, un "target" que nadie ha sabido atacar con NADA. Un segmento con el que me identifico más. Las mujeres mal etiquetadas AMAS DE CASA que en realidad lo último que hacen es estar pendientes de la casa, que tienen quien haga eso por ellas, y que están buscando ingresos siendo Wedding Planners, certificándose como maestras de Yoga, tomando clases de lo que sea, ayudando en lugares donde rescatan perros, dando clases a sus hijos y sus amigos de lo que sea, que venden pasteles, comida, que diseñan, hacen reiki, dan masajes, algunas se animan y ponen un SPA con amigas, o hacen una red bien diseñada de venta de aromaterapia que les deja para sus gustitos (ya saben, bolsitas Louis Vuitton y zapatos Jimmy Choo, de perdis), poniendo un negocio de consultoría, un negocio de empleadas domésticas… que no aparecen en el mapa, y que están moviendo una economía muy interesante. 

Después de pensar en esto, respondo a la mujer: pues, ama de casa no precisamente, doy terapias y … y ella hace un ruido raro con la boca que yo traduje como "pobrecita" así que me quedo callada y me limito a decir: entonces no estoy interesada en volver. A lo que ella dice: en algún momento piensas retomar tu VIDA? y ahí es donde se une la fuerza de lo Echandi y lo Hernández y respondo: jamás había sentido mi vida tan plena y en control. No se si exista una etiqueta para lo que yo hago, pero es un hecho que no soy ama de casa, porque deberías venir a ver mi casa… ama de casa, tu abuela. 

Ser ama de casa implica un nivel de organización, control y supervisión extremo, debe ser un honor y mis respetos, pero yo, pues no precisamente. 

Y cuelgo. Me están pidiendo dos consultas extras para esta semana, un pastel adicional y necesito echarle las calabazas al consomé, si es que se le puede llamar así al menjurge que acabo de preparar. 

lunes, 31 de agosto de 2015

Papacitos.




"Mi papá nunca se involucró tanto conmigo, no tengo muchos recuerdos de él en mi infancia o juventud"... "Antes los hombres ni pensar que cambiaran un pañal, eso era mal visto"... "La diferencia entre yo y mi padre es que todos mis tiempos libres se los dedico a mi familia, a estar con mis hijos, salir con ellos y estar en casa"... son algunos de los textos que algunos papás me enviaron para poder escribir este blog.

Es un hecho que la sociedad está cambiando, desde que arrancaron las vacaciones de verano, tuve oportunidad de salir entre semana al parque o centros comerciales, y ver papás con sus hijos jugando. Muchos de ellos solos, vi papás peinando a sus hijas, comprándoles burbujas a sus niños y correr con ellos tras la pelota. Me quedé sorprendida, pues las mamás que estábamos ya no éramos mayoría. No estoy diciendo nada nuevo, es una tendencia que las grandes empresas de consumo masivo ya detectaron y ahora hay comerciales plagados de papás realizando labores domésticas por todos lados y esposas entaconadas que salen a trabajar, o simplemente llegan más tarde que ellos.

Hay muchos, millones de libros de maternidad, de embarazo enfocado a las madres, pero pocos hablan de la paternidad. No estoy diciendo que todos los padres se involucren así, seguramente hay bastantes de la vieja escuela que siguen manteniendo su distancia ante las labores y situaciones propias de "las mujeres", incluso quienes escuchan las palabras mágicas "vamos a ser papás" y salen corriendo por cigarros, quienes se hacen los desentendidos; pero hoy no quiero hablar de ellos. Hoy quiero hablar de los nuevos papás, los que se involucran, los que soban pies y caderas adoloridos de esposas embarazadas, de los que hacen de comer, que van al súper, de los que están en el curso psicoprofiláctico y toman notas, los que hacen preguntas al ginecólogo y van a entrevistar pediatras, hoy hablo de los padres que toman la mano de sus esposas pariendo, que cambian pañales y que se ofrecen a dar las tomas nocturnas para que la mamá descanse, de los papás que bañan a sus hijos, que peinan a sus hijas, que saben cuentos y se dejan disfrazar, que bailan, juegan fútbol, de los papás que le dicen a sus esposas que está perfecto que salgan y planean una noche de juegos e historias; los papás involucrados, más que nunca en el crecimiento y desarrollo de sus hijos.

Es un cambio social latente, que nosotros mismos hemos ido generando, y los beneficiados principales de esta corriente, son los niños. No tienen que vivir juntos para ser papás involucrados, sé de padres divorciados o en cualquier situación existente, donde el amor a los hijos no marca diferencia en si viven juntos o no.

Hace unos meses, desarrollé un cuestionario para papás, solicité voluntarios y se los hice llegar. Uno a uno fueron llegando los mails con las respuestas. Papás de bebés, niños y adolescentes, papás de adultos, todos con diferentes perspectivas pero coincidiendo en aspectos generales: quiero que mis hijos tengan un recuerdo que yo no tengo, un padre presente y participativo, sé que lo que más necesitan es mi presencia y no tantas cosas materiales, cada hijo es diferente y como padre vas aprendiendo con cada uno en el camino y... la admiración que sienten por las mujeres. Aquí les dejo un extracto de algunos párrafos que amablemente me hicieron llegar... (¿kleenex listo?)

"Como hombre sólo tengo admiración por mi esposa y por cualquier mujer embarazada, son cosas que nunca voy a poder imaginar , la sensación de tener un bebé dentro de ti, esa conexión biológica que significa, estar literalmente atado a otro ser… y mucho menos los cambios fisiológicos! Yo veía a mi esposa y no puedo (ni quiero) imaginarme lo que se siente estar vomitando, no poder comer, con sueño, que todo te de asco, enojado… es como estar crudo 3 meses al hilo! Y de ahí, engordar mínimo un kilo al mes y sofocarte, cansarte, tener que ir al baño cada 5 minutos… son muy valientes y muy fuertes las mujeres, por algo la naturaleza les encargó esa labor a ellas y no a nosotros... mi esposa puede llegar de un día súper pesado y saca energías para jugar a las marometas y corretearla , darle de cenar… Tal vez sea algo biológico, estaba leyendo que muchos mamíferos al olfatear a sus crías , segregan sustancias como la adrenalina, para poder estar alertas y fuertes para poder cuidarlas de depredadores, no sé, tal vez sea algo así y que la frase “los hijos son un motor” tenga más sentido"

“Cambió radicalmente mi vida, yo a los 16 años (jaja si sé que me pasé)… tienes otras cosas en mente. Aún no terminaba la prepa, no tenía nada, vivía del gasto de la casa y cuando supe la decisión que tomaría su mamá de tenerlo, pensé, me tengo que poner a trabajar, no sé cómo le voy a hacer pero a ese bebé no le va a faltar nada (…) no lo cambio por nada del mundo, haber visto a mi hijo por primera vez y escuchar su primer “papi” me alegran la vida y sé que todo el sacrificio que haga será por él”

"En días de escuela es levantarse ayudar a hacer lunch para los niños mientras mi esposa prepara el desayuno y ayuda en lo que pueda faltarles para arreglarse. Ya por la tarde, si es que queda algo pendiente de tarea (sobretodo si son matemáticas) les ayudo, procuramos cenar en familia y platicamos de como fue nuestro día. Tratamos de pasar buen tiempo con ellos pero también nos hacemos tiempo para estar solos mi esposa y yo. (...)    Ha sido una experiencia muy padre. Creo que resumido en unas pocas palabras es lo que me hace levantarme cada día y seguir viendo la vida con optimismo. A veces he tratado de pensar mi vida sin los niños y definitivamente no sería yo".

"Soy un papá MUY DIFERENTE, mi Papá siempre trabajaba y mi Mamá era la que estaba con nosotros, y no es que yo no trabaje, pero TODO mi tiempo libre es para ellos, siempre voy con ellos a sus partidos, a andar en bici, a jugar, etc"

"Ser padre es un gran privilegio, responsabilidad y experiencia únicas. Siempre he dicho que el ser padre le da por fin la definición completa a la palabra “amor” (...) No, mi papá casi no se involucraba en mi cuidado, yo por el contrario me ocupé del baño de bebe, algunos alimentos, paseos, etc.(...) Participativo, cooperador y cuidando inculcar buenos valores, fomentar su autoestima y al mismo tiempo su independencia, ambición y superación"

"El padre, cuando se entera que viene un hijo en camino, le causará gran alegría, se sentirá muy feliz, su vida tomará otro rumbo, y empezará a planear como manejar todo, atención médica, los estudios que requerirán para monitorear que todo vaya bien, hasta las cosas que habrá que comprar, cómo se va a distribuir con la llegada del bebé, el gasto, si la madre trabaja y ya no lo hará cómo se va a organizar la casa, habrá que trabajar más duro, y cuando se acerca el momento, los nervios, el stress, esperar tener al bebé a su lado para cargarlo y expresarle su cariño."

"Me encanta involucrarme con mis hijas, hago con ellas todo lo que hace su mamá, me encanta estar cercano a ellas y platicar con ellas, cuidarlas, hago con ellas lo mismo que yo tuve en mi infancia, mucho cariño y cercanía. Ser papá me hace hacer cosas que no pensaba, me hace ser mejor"

"Como papá te das cuenta de tus debilidades, conoces realmente el miedo, admiras a tu pareja por todo el proceso que vivió, y como se ilumina su cara cuando ve a sus hijos, es como enamorarte de nuevo, pero más fuerte (...) ser papá es como ser un súper héroe, es ver en los pequeños la mirada de sorpresa y admiración porque logras cosas que jamás te imaginaste... ser papá es lo mejor que te puede pasar"

Yo no tengo más que admiración a los hombres que hacen a un lado el qué dirán, los prejuicios y se enfocan en estar y ser el soporte para sus familias, no solamente económico, si no emocional. Quiero decirles a esos padres y a cualquiera que me lea, que pocas veces ustedes salen al escenario donde convive mamá y bebé, ustedes están tras bambalinas durante todo el proceso desde el embarazo, pero sin ustedes las historias no serían iguales, sin su apoyo sería difícil; ustedes están dejando una huella en la vida de sus hijos, una historia diferente, y eso es justamente lo que hace al mundo un lugar más feliz. Tal vez no lo escuchen diario, pero su esfuerzo, su cariño y su presencia, definitivamente merecen un millón de GRACIAS. 

miércoles, 8 de julio de 2015

Despacito.


Había estado muy ocupada incluso para sentarme un rato a escribir. Ando estrenando un consultorio que me prestan así que puedo empezar a coordinar mejor mis tiempos y escaparme de repente a dar consultas, pero hay que seguir estudiando, y bueno, digamos que no es lo único en lo que me ocupo. Comencé a hacer análisis de numerología, ya estoy haciendo cortes de lazos kármicos y por otro lado resulta que de repente me han salido más pedidos de cupcakes, pasteles, postrecitos y cosas, y pues para eso también hay que prepararse y sobre todo darse tiempo.

Hay días en que necesito levantarme a la hora que Leo abre los ojos, a veces antes. Es compulsivo ponerme cosas que hacer, como si correr atrás de bebé no fuera suficiente, entonces veo como me voy llenando de lecturas, libros, estudios, fondant, diseños, clases, pañales, hacerme miembro de una página de proyectos freelance y darles seguimiento... y Mother Goose. Así que quien piense que quedarse en casa es aburrido, se equivoca. Y los días que no tengo tantas cosas que hacer, aún así, es una odisea conseguirme un ratito para bañarme con calma, preparar la comida y mantener la casa relativamente decente. Hay días que me apuro para levantar cosas antes de que llegue la señora que me ayuda porque de verdad es un caos. Hay otros en los que salgo corriendo y no volteo atrás porque estoy segura que me daría un colapso. 

Hoy, particularmente fue un día muy raro. Quería ponerme a hacer pendientes y cosas, pero Leo no cooperaba. Hice de desayunar deteniéndome la pijama con una mano y cocinando con la otra mientras Leo se cuelga de mi pantalón, le dí de desayunar mientras yo me comía un yoghurt y le cantaba sobre lo bueno que es desayunar. Hice mi plan, jugaría con Leo, luego tomaría su siesta y yo haría en 40 minutos lo que antes hubiera hecho en 4 horas. Normalmente le doy juguetes, se entretiene y así yo corro a avanzar, pero hoy, ni con canciones, ni con juguetes... a gritos de "Mamá" me hizo saber que quería que jugara con él. Así que pensé, bueno, un ratito en lo que le da sueño o se cansa (ja, ja, ja), dio la hora de la siesta y no tenía ni poquito sueño, así que lo intenté dejar sentado con unos cubos los cuales aventó, se levantó corriendo y riendo me abrazó, yo en consecuencia dejé nuevamente lo que hacía y me senté en el piso a jugar otro ratito con él. 

Así me dieron las 11:30 am. en pijama, con la casa hecha un desastre y con Leo agarrándome la sudadera, el pantalón o el cabello con una mano y con la otra jugando. Usé mi plan B, ponerle Mother Goose en la tele y correr a apurarme. Lo hice, pero más me tardé en llegar a la recámara que Leo en llegar y hacerme ojitos y pedirme que lo aventara a la cama y jugáramos cobijas (un juego que inventé donde básicamente se hace un caos de almohadas, cobijas y risas), me hice la que no lo vi y me apuré, pero seguía ahí viéndome con ojitos alzando los brazos para jugar... y ¿adivinen qué? pues si, dejé todo y me puse a jugar con él. 

A las 12 me jaló al sillón y me abrazó, ya tenía ojos de sueño, lo arrullé hasta que se quedó dormido y recurrí al plan C: dejarlo en su cuna y correr a apurarme, que según yo era algo muy cercano al plan A original... me levanté del sillón y lo comencé a bajar a la cuna, abrió los ojos y me vio con cara de "ni lo sueñes", así que corrí de nuevo al sillón y seguí arrullándolo. Así se quedó casi hora y media. Ok, es hora de comer, no hay comida, hay un desastre y yo aquí con Leo encima de mi abrazándome.

Despertó a la 1 y algo... sacó sus letras y las jaló hasta donde estaba yo sentada en flor de loto, caminó y se sentó entre mis piernas hecho bolita y me hizo "aaahhh" un sonidito que hace cuando está feliz. Comprendí que hoy Leo necesita apapachos de mamá todo el día. 

Me rendí. Acudí al plan D: relajarme. Empecé a jugar con él, a cantar, a reirnos. Hoy Leo descubrió que puede dibujar con un crayón, hizo ojos de plato y me volteó a ver emocionadísimo agitando las manos.  

Mientras estaba sentada con Leo hecho bolita entre mis piernas, pensé que HOY no se va a repetir de nuevo, mi recién nacido ya camina por toda la casa y es raro cuando se deja cargar mucho tiempo (contra toda teoría de que los bebés se acostumbran a los brazos, yo lo cargué todo lo que pude y ahora es muy libre), hoy me abrazó, me jaló el cabello, me mordió la cara y me hizo saber que era nuestro día, en medio de una casa caótica, sin comida y en pijama. Entonces, me dispuse a disfrutarlo, hoy no voy a leer, hablar de ángeles y energía, no voy a hacer cupcakes o correr de un lado a otro buscando más pendientes, hoy disfrutaré que soy su compañera de juego, que ama sentirme cerca, y bueno, creo que vale totalmente la pena.

Hoy todo va a ser despacito.Todos (hasta los bebés) merecemos un día así.

Bueno me voy, Leo ya escuchó el teclado y se acerca peligrosamente con dos letras en las manos y gritando: mamamamamamamamamamaaaaaaaaaaaaa...

miércoles, 10 de junio de 2015

Una hora en recuperación.



El Jueves 12 de Junio de 2014 a las 12 am en punto estando yo recostada sobre mi espalda (cosa que dicen que no se debe hacer cuando uno está en la semana 40 de embarazo porque aplasta no sé qué tantas arterias y venas), sentí un calambre, no era un cólico como yo me esperaba que fueran las contracciones, era un dolor como si alguien me hubiera clavado algo en medio de la cadera, justo en la zona que mi abuelita bien llama rabadilla. No hubo forma de ignorarlo, me levanté como resorte, bueno, como el video del elefantito que se cae en lodo más bien, pero me levanté. 

Empecé a sentir la adrenalina por todo el cuerpo, empecé a respirar, y estoy segura que hice una cara de ojos grandes y me puse roja. Traté de mantener la calma tanto como pude, y de repente otra vez, la punzada... duraba según yo hora y media, pero cuando vi el reloj eran aproximadamente unos 10 segundos. Alejandro ya estaba levantado y con voz temblorosa me preguntó: ¿todo bien?, la misma pregunta que me había hecho todas las noches desde que tenía como 2 meses de embarazo y empecé a despertarme al baño. Esta vez esperé un poquito para contestarle, no quería espantarlo, aunque yo estaba a dos de aventarme por la ventana del susto. Le dije: “creo que estaría bien que contáramos las contracciones”, me preguntó si me dolía y si estaba bien, pero no quería verme muy Maricarmen así que le dije que si, y me traté de recostar. Sacó su app contadora de contracciones, y nos dedicamos al menos 1 hora a darle seguimiento a los dolores. Iban y venían. En realidad yo esperé que sería tal como me lo dijeron, primero cada 20 min, luego cada 5, luego cada 3 minutos y al hospital, pero las mías eran muy irregulares, unas cada 3 minutos, otras cada 20, otras cada 40. Después de dos horas traté de dormir.

Estaría bueno hacer una prueba, por favor intente dormir con una piedra filosita en el coxis. No logré acomodarme, las contracciones cuando una está acostada son más dolorosas, así que me levanté a caminar, a rodar, a sentarme. Alejandro iba y venía por todo el departamento. Yo me traté de dormir sentada y recargada sobre una mesita de servicio, lograba dormir entre contracciones. Así nos dieron las 6 am.

Los dolores iban y venían. Yo desayuné, revisé mentalmente 678 veces lo que habíamos puesto en la maleta del hospital. Llamamos al doctor y a la doula y nos dijeron: uy no, falta todavía. Sigan contando. Me di baños de agua caliente, me senté, me acosté de lado, sobé la panza, traté de meditar, puse un mantra y así pude descansar un rato. A las 4 pm nos fuimos al hospital, las contracciones se habían “regularizado” a un intervalo de 10-15 minutos. Me revisaron y tenía 3 cm de dilatación. Regresamos con todo y maletas a casa.

Cerca de las 7 pm, mientras rebotaba en la pelota y lloraba, Alejandro me sobaba la espalda y me abrazaba, llamamos a la Doula. Ella escuchó mis respiraciones por teléfono y nos sugirió contactar al doctor porque el cansancio se estaba apoderando de mi cuerpo (por no mencionar el pánico), así que el doctor nos recomendó realizar una conducción, que es básicamente inyectar oxitocina (la hormona que se rifa en el parto) para regularizar contracciones y acelerar el parto. No era mi ideal, y si hubiera estado en mis 5 sentidos seguramente hubiera esperado un poco más, pero llevaba ya casi 20 horas con contracciones muy fuertes y sin dormir. Así que hablé con Leo, con los ángeles y los que nos abren la puerta del depa para avisarles que ya era hora.

A las 8 salimos para el hospital. La experiencia de tener contracciones en un vehículo en movimiento en la ciudad de México es maravillosa, toda una aventura. Me revisaron, tenía 4 cm de dilatación. Me hicieron todo lo que hay que hacer en un hospital y me metieron a una habitación con el suero y un monitor. El corazón de Leo estaba perfecto, así que me tranquilicé bastante. Después de 20 minutos con el suero empecé a tener contracciones más intensas y regulares. Cada 15 minutos, luego cada 10, cada 5 minutos… 8 cm de dilatación. Mis pulmones, mi mente, mis manos y mis piernas temblaban, mis ojos se cerraban entre cada contracción y trataba de dormir, pero no lo lograba. Tenía miedo.

Llegó el doctor, me dijo que era momento de prepararnos para la expulsión, así que decidí que siempre si quería bloqueo y me dijeron: ay mamita, pues quién te entiende… a estas alturas no te pueden bloquear porque necesitamos que sientas la necesidad de pujar, así que te van a poner un mini shot para que aguantes un poquito más. En ese momento, la mujer del psicoprofiláctico y yoga que reía a carcajadas de las que pedían bloqueo empezó a suplicar por drogas. Alejandro me veía con ojos de susto, y yo me hacía la fuerte pero no siempre lo lograba. Me llevaron a quirófano.

En ese momento comprendí ese rollo de los partos respetados. Parir en un hospital es una exposición, sobre todo en un país donde las cesáreas son el pan nuestro de cada día, las enfermeras decían: “parto natural, sala 4, parto natural sala 4”, Alejandro se fue a cambiar, yo me quedé sola, amarrada de las piernas, temblando mientras acariciaba a Leo y le decía que todo estaba bien. Un doctor súper joven se acercó y me dio la mano. Había llegado a 10 cm, era hora de la expulsión.  

“Cuando sienta la contracción señora, necesito que puje lo más fuerte que pueda” En mi curso me dijeron que se pujaba de una manera muy educada y hermosa, en esa camilla pujé como un mandril. Gruñí, lloré, sudé. En ese momento, el dolor pasó a segundo término, yo quería que Leo saliera y bien. Escuché al doctor decir que venía muy grande, que posiblemente necesitaban fórceps. Yo nací con fórceps, me lastimaron un ojo. En ese momento dije: no, fórceps no. Y entonces, llamaron a un doctor que empezó a presionar la boca de mi estómago mientras pujaba. Alejandro me limpiaba el sudor y me decía: “Vamos flaca, tu puedes, tu puedes”, yo la verdad, sentía que no. Me sentía cansada, tenía miedo, frío, sueño. Me dejé caer en la camilla. El doctor me vio y le dijo a mi esposo: “¿Quieres ver?”, yo voltée a verlo para decirle que no, que seguramente era algo espantoso y honestamente pensé que podría azotar del impacto, pero él dijo que SI, y se movió de lugar.

Hay imágenes que nunca se olvidan, a mí nunca se me va a olvidar su cara, sus ojos se llenaron de lágrimas y dijo muy fuerte: “Ari, ya está aquí su cabeza, vamos, tu puedes” y en eso, las enfermeras, el doctor, todos empezaron a echarme porras, y cualquiera que me conozca, sabe que yo jamás defraudo una porra. Me agarré de los lados de la camilla, me senté y pujé, con toda la fuerza que pude, todo mi cuerpo aulló y sentí una fuerza muy grande, sentí como salía Leo completo, y me dejé caer en la camilla.  (No sé si mi papá lea esto, pero Papá, es por esto que yo no salgo maquillada en la foto donde nace Leo, porque parir no es glamoroso).

En eso, escuché a Leo, por primera vez. Dio un grito muy fuerte, que yo interpreto como “Mamá, lo logramos, ya estoy aquí”… El doctor dijo: varón, sano, respirando, madre estable, vamos a lo que sigue. A mí lo que sigue me importó un comino yo estaba con la cabeza volteada a ver a Leo, saber si estaba bien todo, me lo llevaron unos minutos, lo abracé. Nos miramos y le dimos la bienvenida. Creo que uno de los momentos más difíciles para mí ha sido dejarlo ir en la incubadora (por políticas del hospital se lo llevan 6 horas a observación, es por eso que si tengo otro, quiero más amor, más contacto o que me hagan una incubadora donde quepa yo con el bebé).

Me recosté, Alejandro se fue con Leo. Los doctores hablaban, y yo pensaba: acabo de tener un bebé, no hay nada que no pueda hacer.

Me llevaron, también por políticas del hospital, a la sala de recuperación. 1 hora para descansar. Esa hora fue la última hora en mi vida que estuve “sola”, donde agradecí a mi cuerpo todo lo que hizo, tenía tanta energía que pude haberme levantado e irme caminando, agradecí a Dios, a los ángeles y a todo el mundo, por esta experiencia de vida, en esa hora también pensé: ¿y ahora, qué se hace con un bebé? ¿Seré buena mamá? ¿Si estaba lista? ¿Seré igual de feliz que ahorita?
Adriana de la hora en recuperación, soy Adriana 1 año después. Ya tengo algunas respuestas, ¿qué se hace con un bebé? Bueno, se hace todo y nada. A un bebé lo único que necesitas darle es lechita y besos, cambiarle el pañal y tenerlo abrazado cada minuto de cada día, porque ese chiquito que apenas abre los ojitos y llora cuando lo dejas en su cuna, va a crecer tan rápido que lo vas a extrañar más de lo que crees. ¿Seré buena mamá? Bueno, depende que definas como buena mamá, eres la mejor mamá que Leo pudo elegir, han pasado juntos por fiebres, gripas, mocos, horas enteras de llanto (ilusa, en esa hora creías que solo lloraban de hambre), tardes de lágrimas juntos en pijama, pero también de risas, de odio a las vacunas, de abrazos, cobijas, pañales (no, el cálculo de pañales que hiciste y tu stock se acabaron en 2 meses y medio burra), harán yoga juntos, y tendrán un código secreto de miradas, tú sabrás (aunque en esa hora no lo creyeras) cuando tiene hambre o frío, o cólico, vas a ser capaz de saber que está mal acostado aunque estés a kilómetros, eres la mejor mamá. ¿Si estabas lista? No, nunca lo estuviste ni lo estarías, este es el momento perfecto. ¿Seré igual de feliz que ahorita? Vas a tener unos cambios muy cañones de ánimo, juras que esta pila y sonrisa son para siempre, pues no. Te vas a poner muy triste, te vas a perder y te vas a encontrar, te vas a desesperar y vas a querer tirar la toalla, vas a llorar de alegría y de miedo, Alejandro te va a tener paciencia, y Leo más. No, no vas a ser igual de feliz, vas a ser inmensamente más feliz, porque te vas a dar permiso de aprender, de equivocarte, y porque tienes a tu lado a un hombre maravilloso que te apoya, porque hoy tienes un espacio para dar terapias (si, tomas más cursos y te animas, si, vas a renunciar… ¿qué apoco dudabas de hacerlo?) y sobre todo porque tienes a tu lado a ese compañerito cachetón que te hace cuestionarte todos los días, reinventarte todos los días, sonreír y llenarte de amor, de hacer cosas que jamás creíste capaz… y lo que falta.

Las dudas de hoy, se las dejamos a la Adriana dentro de 5 años, que aunque ya más ruca, seguro seguirá siendo honesta y tendrá más amor y sabiduría para compartir.


(Por cierto, te recomiendo que duermas, las visitas llegan temprano y no vas a dormir una noche completa en … déjame ver, 1 año y contando).

lunes, 18 de mayo de 2015

Ensayo sobre la renuncia...


Mi primer trabajo remunerado fue en McDonald´s, a los 16 años en un verano. Estuve ahí casi 5 meses (considerando que era algo de 1 mes y cacho porque era solamente en vacaciones). La verdad es que creo que esa fue la primera señal del Universo para avisarme que me fijara bien hacia donde dirigía mis pasos, tenía problemas con la autoridad, es decir el Gerente de la tienda. Me gustaba hacer cosas por mi cuenta, estar en el puesto y horario que a mí me gustaba y hacer historias con las personas que estaban esperando en la fila, tratando de leerlas. Era la más veloz comiéndome hamburguesas de dos bocados, tomándome la leche de los helados y conos sobrante en los envases de cartón antes de tirarlos, pelearme con otros empleados groseros, hacer nuevos amigos, jugar fut y enamorarme. Está de más decir que nunca logré ser la empleada del mes.

A los 18 hice mi examen de admisión para Ingeniería en Mecatrónica en el TEC. Me gané una beca, pero un tiempo antes de entrar decidí que siempre ser Mecatrónica no me gustaba (en realidad no sabía ni siquiera que era eso) y me fui a lo “fácil”, estaba de moda estudiar Mercadotecnia, incluso una amiga me dijo que pagaban súper bien y a esa edad lo que quieres es ser el rey del mundo, así que le entré.

Mi primer trabajo fue un churro, la verdad es que yo fui a entrevistas y no me quedé, se quedó otra persona porque llevó una bolsa de marca “preciosa” a la entrevista (según me contaron después mis jefas) y bueno… el gusto les duró como 6 meses porque la mujer renunció así que acudieron al segundo al bat, me llamaron un par de meses antes de graduarme y acepté. Becaria en Investigación de Mercados. Había llevado un par de materias de investigación así que se me hizo fácil. La verdad le agarré cariño a eso, me gustan los números, el análisis, la gente… y así me la llevé 10 años. Reitero que siempre tuve temas con la autoridad, y honestamente jamás me inundó la pasión mortal por mi trabajo, algunos proyectos me emocionaron demasiado, sobre todo aquellos donde debía organizar eventos, o que tenían que ver con gente, exponer, hacer presentaciones diferentes. Lo demás… para qué mentir, nunca me llenó el corazón, y tampoco es que me interesara ocultarlo, así que como era de suponerse, mis evaluaciones siempre eran “promedio”. Creo que hay 4 tipos de empleados en una empresa: el que se apasiona y ama lo que hace y que está dispuesto a dejar la vida si es necesario por la chamba (los menos), los que disfrutan la chamba y la hacen llevadera sin olvidar que es un trabajo y que tienen vida (menos que los de arriba),  los que odian lo que hacen pero creen que es la única forma de ganar lana y entonces vive en la zona gris hasta que se jubilan, despierta mentando madres  y se la pasan tomando terapias y cursos para convencerse de que es lo mejor para su futuro, para su imagen, para su estilo de vida o para lo que sea que inventen cada día para levantarse (estos yo digo que mueren jóvenes de aburrimiento y tristeza); y finalmente, los que juran que va a renunciar pronto para seguir su sueño pero no se atreven, y en el inter, “trabajan” y lleva evaluaciones promedio, como yo.

El problema de los empleados número 4, es que vivimos como revolucionarios tratando de cambiar el sistema, entonces nos molesta que haya injusticias y buscamos justicia a como dé lugar, somos quienes denunciamos a los abusivos, quienes enfrentamos los “feedbacks” con la garganta hecha nudo y a veces, lloramos en el coche de regreso porque sabemos que nacimos para algo más, somos quienes nos preguntamos por qué la gente grita en la oficina y se le salta la vena en las juntas, o somos etiquetados como emocionalmente inmaduros o políticamente incorrectos, quienes peleamos con firmeza nuestro tiempo personal y quienes no recibimos ni contestamos llamadas o mails después de las 6 pm… somos el engrane roto de las empresas, los empleados que drenamos recursos en capacitaciones, viajes, convenciones, cursos y nomás no nos podemos comprometer.

Cualquiera que tenga un empleo sabe que vivir así es prácticamente imposible, te enfermas, te deprimes, no te sientes motivado, te da coraje y te quejas con el mundo del mundo pero nada cambia, te puedes cambiar de empresa, como yo 3 veces, o hasta más, pero el problema no son las empresas, el problema eres tú, porque sabes que así te vayas a la mejor empresa para trabajar (según la truqueadísima encuesta esa que hacen), no vas a estar feliz, porque necesitas más. Entonces aquí se vuelve a ramificar y hay dos subgrupos… los que buscan medios para seguir trabajando y ordeñar empresas pero se hacen un tiempote para hacer lo que aman y encontrando el equilibrio la pasan perfecto y quienes después de probar el subgrupo 1 y seguir sintiendo que algo falta… renuncian.
Yo supe que era de este último grupo cuando me cambié por última vez de trabajo. Era algo diferente, algo nuevo que no había hecho, me quedaba cerca de mi casa, sonaba padre estar viajando y decidí darle una última oportunidad. 

En un viaje a Brasil con mi ex jefa una Hindú de pocas sonrisas y corazón de piedra (ojo que para mí siempre ha sido importante el alma de las personas, yo no puedo trabajar con alguien con alma brumosa o que demuestra tener mal espíritu, no sé cómo lo sé, pero lo sé, y ese feeling nunca me ha fallado) me vio mal y me dijo: acostúmbrate a esto, sé que es tu aniversario, pero después tendrás hijos y tal vez tengas que viajar en sus cumpleaños, así es el trabajo y se le encendieron flamas en los ojos y los dientes se le pusieron fosforescentes y si no, pregúntenle a Brigadeiro o como se llamara el taxista que estuvo a dos de llorar, o al menos, eso fue lo que yo vi. Una de esas noches en el hotel, mientras me comía un consomé de pollo que me preparó el Chef del Hotel y hablaba con mi esposo por Skype tuve una epifanía muy cañona… salió de mi boca y fue algo así como: “Sigo sin entender qué carajos hago trabajando en lugares así, donde todo es imagen, pose, hipocresía, dar puñaladas por la espalda y sonreír. A mí me duele el alma solo de pensar hacerlo, no sé por quién hago esto, pero no es por mí, no sé qué quiero demostrar, pero mi felicidad está en juego y ya me cansé”, a lo que mi esposo, mi héroe respondió: “Pues Adriana, entonces renuncia y sé feliz”. No me dio un discurso, no me hizo analizar pros y contras, ni siquiera me juzgó o me dibujó escenarios bizarros. De un jalón me trajo al aquí y al ahora, y cuando regresé me llevó a comer pozole y no dijo más.

Cuando nació Leo, yo ya tenía bastante arraigada la idea de que no quería regresar a trabajar a la vida corporativa, pero si quería hacer algo de mi vida. Ya llevaba un camino recorrido en estudios de energía, magia (para más detalles, favor de acudir a otro blog que hice que toca ese tema :D), acababa de terminar mi Diplomado en Tanatología y entre las hormonas del embarazo, los antecedentes, los flashazos de mi ex jefa Hindú y mis ganas de ser libre, renuncié.

No creo que sea lo mismo renunciar y andar por la vida que renunciar, tener un recién nacido y andar por la vida. No sé si yo soy muy marica o qué, pero ser mamá ha sido el trabajo más complicado para mí. Debo confesar que los primeros meses consideraba muy seriamente regresar a trabajar a McDonald´s con tal de huir, y empezar de nuevo. Pero luego recordé el camino y dije, ok, muy gallito pues vas. He tenido días donde lloro porque me falta tiempo para hacer cosas, hay otros donde me relajo y fluyo, me he dado tiempo para tomar cursos nuevos, soy terapeuta Floral de Don Bach y Angeloterapeuta, ya había tomado mis cursos de Taroterapia, y doy mis consultas, no al nivel que me gustaría, pero es que también estoy disfrutando cada minuto al lado de Leo que ya casi tiene 1 año, y se me ha ido volando.

El otro día leía un blog de una mujer que escribía que ya tenía no sé cuantos meses de haber renunciado y no había muerto de hambre y me identifiqué plenamente. Tengo el apoyo de un esposo que al pie del cañón ha sacado la casta, tengo mis ahorritos, mis ingresos por consultas y terapias y tengo a Leo, mis ingresos personales se redujeron bastante, he tenido que dejar de darme algunos lujitos y posiblemente en un par de años de ajuste no salgamos de vacaciones tantas veces como antes, pero soy feliz.
Soy feliz leyendo el tarot, comunicándome con los ángeles, viendo las auras de las personas, leyendo sobre mujeres que corren con lobos y las historias de cuando Nietzsche lloró, haciendo cupcakes, pasteles o galletas que me piden de repente, preparando desayunos y comidas en casa, haciendo yoga con Leo, meditando mucho, mucho más que antes y no para tratar de relajarme y bajarle a mi stress de la chamba o los enojos eternos, si no para conectarme y porque puedo. En este camino me he topado con cada vez más personas que se atreven, y renuncian. Renuncian a lo conocido, a lo cómodo, se dan cuenta que dar la vida por una empresa de ninguna forma será mutuo y entonces hay maestros de yoga, joyeros artesanales, nutriólogos, masajistas, terapeutas, creativos, diseñadores, psicólogos, contadores, financieros, mercadólogos, ex empleados de McDonald´s… que han decidido intentar. No sé si todas las historias sean exitosas, seguramente muchas hablan de éxitos y fracasos, y de muchos que no se han permitido el lujo de intentarlo, de quienes lo intentaron pero decidieron que pesaban más otras prioridades y tuvieron que regresar, incluso yo misma no sé qué pasos seguiré dando y a dónde me lleven, pero hoy, coincido al 100% con la mujer del blog que leí: nunca había sentido tanta alegría por ganarme la vida haciendo lo que amo.

Así que, para los que me preguntan: ¿y qué tal la vida de ama de casa? Bueno, es una chinga. ¿Qué se siente no trabajar? Trabajo más que antes, y no solo por estar en casa,  sino porque también hago lo que amo a ratos y estoy segura que viene más.
Y para los que no me preguntan pero se están preguntando ¿será que hay algo más? ¿Será que yo no nací para estar sentado haciendo ppts, reportándole a un gordo malo, a una hindú de ojos flameantes? Solamente les puedo decir que lo único que los separa de la experiencia de sus vidas es algo fino e imperceptible, se llama miedo, y la única forma de vencerlo es enfrentándolo.


Y para los que dicen: ay esta vieja cada vez está más loca, solamente puedo decirles que sí, que tal vez esta vida no es para todos, que mi manera de ser y de ver las cosas puede sonar ingenuo o irresponsable, que no tendré una afore muy tremenda, o que es más cómodo recibir quincena; pero la sensación de nervios de comenzar algo nuevo, de hacer algo que sabes que naciste para hacer, la adrenalina de cuando firmas tu renuncia para perseguir TÚ sueño, no se pagan ni con todas las quincenas y aguinaldos del mundo juntos. Y si no me creen, háganlo, y me cuentan.

lunes, 20 de abril de 2015

Mi lunar de sabiduría.


Tengo un mechón de canas, desde que soy niña. Durante toda la vida siempre fue motivo de vergüenza; es decir, no bastaba con ponerme pecas, también tenían que dibujarme un pincelazo de canas como viejita. Confieso que traté de ocultarlo con bastante éxito durante muchos años, ya sea acomodando el cabello, pintándolo, dándole un pasón de rimmel y hasta con una como crayola que compré en CVS un día.

Nunca falta el típico que se da cuenta y corre, te agarra la cabeza, la inclina y señala el mechón gritando: ¡tienes canas!

Total que viví treinta y tantos años espantada del mechón, hasta que hace poco, con el cambio de vida y decisiones un día mientras me peinaba, lo vi y le dije: tú también vas a cambiar. Fui al salón y pedí un corte, cambio de color… y con voz bajita le dije: “ah y  ese mechón de canas porfa píntalo rosa”. Salí del salón orgullosa con mi mechón rosa, el cual bajo mi inexperiencia con los tintes y colores de fantasía me duró aproximadamente 2 días.

Estaba lista para ir corriendo a comprarme algo para pintarlo de nuevo cuando por azares del destino, en mi clase de yoga bebé una amiga me preguntó si ya tenía ese mechón y le conté mi historia. La miss al escucharlo me dijo: “es un lunar de sabiduría”, entonces, esos treinta y tantos años que cargué con la “vergüenza” de mis canas se esfumaron. Me hice la que no me importó pero llegando a mi casa le escribí por whats para que por favor me explicara esa onda de los lunares de sabiduría, es más, busqué en google (como súper profesional y todo) y no encontré mucho más que en efecto, pues las canas son relacionadas con la sabiduría, la madurez, la experiencia y pues claro, la vejez. Pero tener un lunar así desde la juventud, significa algo más profundo, significa que de alguna forma el cuerpo tiene sabiduría, o vínculos con el Universo, la historia, el alma posee cierto grado de madurez, y entonces no tiene otra forma de presumirlo que evidenciando el mechón.

Estos últimos meses han llegado muchos mensajes a mi vida de una y mil maneras. Libros, películas, clases, sueños, visiones, pláticas, mantras, y todos ellos me invitan a aceptarme, a amarme y a soltar. Es bien fácil decir: me amo cañón, me caigo súper bien; pero la verdad es que cuando estás solito, a punto de meterte a bañar, muchas veces evitas el espejo, porque hay gorditos, estrías, algo se cayó y ya no es como antes, tal vez arrugas, o ese “defecto” que solo tú notas, y nadie más, ese mechón de canas que toma proporciones gigantescas… hasta que alguien te dice: “es un lunar de sabiduría”.

Me imagino que en otras vidas también ha estado, y ha sido motivo de orgullo, es más, al sanar a otros, al cocinar, al moverle al caldero o hacer un ritual, este lunar maravilloso ha vivido millones de aventuras conmigo. Hoy sé que soy afortunada, no solamente porque tengo un lunar especial, sino porque estoy entera, porque no voy a ignorar los mensajes, porque tal vez gracias a ese lunar (entre otras cosas), soy diferente y eso me hace ser auténtica. Para mí, cumplir años es motivo de celebrarse, y no simplemente porque quiera mi corona, sino porque el alma y el corazón se pusieron de acuerdo con el cuerpo para darle otra vuelta al sol. Cada cosa que nos hace diferentes es justo lo que vale la pena, lo que nos enseña que no estamos hechos como en serie, si no que hemos ido acumulando experiencias que nos han transformado y tocado nuestros cuerpos a través del tiempo. Todos y cada uno de mis lunares, y de mis pecas y cicatrices cuentan una historia, algunas no me las sé, pero siempre están ahí, recordándome de qué estoy hecha.


Agradezco mi lunar de sabiduría, y a partir de hoy me dispongo a honrarlo. Me viene valiendo un cacahuate si para alguien representa solo la edad, ya no voy a dar explicaciones. Posiblemente decida que quiere a veces ser rosa, caramelo, azul, pero él y yo sabemos que hay más historia que contar. Seguramente si me estás leyendo ya ubicaste tu “lunar”, disfrútalo y ámalo, porque es de lo más hermoso que te puede pasar, y si no, pregúntale a Tongolele. 

miércoles, 1 de abril de 2015

Para ti, que no tienes (o quieres) hijos.

Hace un par de meses leí un artículo publicado por Chilango donde una chavita explicaba a los padres las “incomodidades” que representan para las personas sin hijos un amigo que si los tiene. Mientras lo iba leyendo me enojaba cada vez más, claro, una escuincla que no tiene la menor idea de lo que es tener un bebé o niño pequeño hablando por hablar. Cuando terminé de leer, escribí directamente a la susodicha diciéndole que al parecer ella había nacido de un huevo a los 18 años y seguramente jamás había representado una molestia para nadie. Incluso estoy segura que dejé de seguir a Chilango por eso, furia incontrolable. Pero fueron pasando los días, y mientras yo seguía haciendo mis cosas, pensaba en eso y me daba cuenta que eso lo pude haber escrito hace unos años sin problema.

Es un hecho que tener hijos te cambia, en el aspecto que sea, al menos en algo. A mí, me cambió demasiado. Volteó mi mundo de cabeza y con ello mis planes y prioridades, incluso mi manera de pensar sobre muchas cosas, y reforzó otras. Honestamente no creo ni pretendo cambiar la manera de pensar de quienes no tienen o quieren hijos, simplemente me gustaría plantearles otra perspectiva, que ni siquiera es de otros padres, si no mía.

No importa si tu hermana tuvo ya hijos, o tu mejor amiga, o tu vecina tiene un bebé que llora, incluso si eres maestra de kínder, es más (y para pesar de muchos papi-perros) NO se acerca ni un poquito a tener un perro, como me dijo un ingenuo muy cercano a la llegada de Leo… nada se compara, porque esto se trata de un trabajo 24/7, y para siempre.

Esta mujer decía que era súper molesto llegar a un restaurante y que te tocara un chamaco chillón al lado, incluso en la fila del súper o en un avión. Bueno, sé que no es cómodo para nadie, pero créeme, los más incómodos ahí son los papás y el chamaco en cuestión. Me acuerdo que cuando nació Leo y lloraba en la calle le pedía disculpas a todo el mundo, evitaba salir a menos que fuera realmente necesario, me mortificaba muchísimo “molestar” a las personas a mi alrededor. ¿Ubicas cuando se acerca cualquier vacación? La emoción, las ganas de salir de la rutina… bueno, salir a comer a un restaurante con un bebé chiquito se siente así. Lo que nadie planea es que de repente al niño le den cólicos, frío, miedo, o simplemente ganas de desahogarse. Tengo amigas que después de episodios de berrinches y llantos incontrolables de sus hijos tienen ataques de pánico, o ya bajita la mano se ponen a llorar también. Yo misma lo viví. Leo tenía casi un mes y salimos a comprar cositas a Liverpool. En pleno recorrido, se puso a llorar de hambre. Yo todavía con la pena de amamantar en público, llevaba una mamila, la cual jamás se le dio la gana agarrar, y mientras más yo intentaba callarlo, más fuerte gritaba. Toda la gente a mi alrededor me volteaba a ver con cara de: “ya cállalo”, “que mala madre, no lo puede controlar”, “que escándalo”; la verdad no sé qué pensaban, pero yo sentía que eso pensaban de mí. Terminamos saliendo despavoridos, y yo lloré. Hoy 9 meses después, conozco mejor a Leo, me ingenio algunos trucos para calmarlo, pero nada es 100% efectivo. Persona que no tiene hijos, los papás de este lado la estamos pasando peor que tú. Lo que menos necesitamos es que nos digan: “calle a su hijo”. ¿En el avión? Bueno, venden unos tapones para los oídos que bien podría usted adquirir. No puedo describir la pena que se siente, y la verdad creo que yo me lo tomo muy en serio, o eso hacía hasta que una sabia amiga madre de 2 angelitos me dijo: “La calle es libre, si la persona que se queja no le parece el ruido, que no salga”.

Hablaba también de lo molesto (pobrecita) que era invitar a los padres a algún evento y que siempre dijeran que no podían porque el niño se enfermó, no llegó la niñera, o cualquier otro pretexto, y peor aún, que fueran solo un par de horas. Bueno, nunca he sido una persona festiva y celebradora, honestamente me molesta salir y embriagar, desde que tengo memoria. Mi maestra dice que es porque mi alma es tan vieja que ya recorrió cualquier tipo de actividad sana e insana existente en el mundo y que ya me da flojera. Aun así, agradezco y trato de aceptar invitaciones de personas bienintencionadas que te quieren ayudar a salir de la rutina y te invitan SIN juzgarte, sabiendo que es probable que no vayas o vayas un ratito. ¿Por qué? Bueno, repito, hablando de MI caso, amamanto a libre demanda (y si usted dice: ¿todavía?, ¿hasta cuándo?, le leche ya no sirve o cualquier otra mafufada similar, elija una de las siguientes opciones: a) deje de leer b) hasta que se me dé la gana c) no es de su incumbencia) y mi angelito se despierta 2-3 veces por la noche buscándome. Soy una madre hippie, y me gusta alimentar a mi hijo en el envase orgánico original, y tengo un hijo hippie que no acepta biberones ni mamilas. Resumen: no puedo salir a eventos de madrugada, no por ahora. Y honestamente, (sobre todo para padres de chiquitos) si tuviera una noche completamente libre la usaría para DORMIR, cosa que no hago desde el 13 de Junio pasado. Seguramente esta etapa también va a pasar, y retomaré mi humilde vida social noctura. Persona de no hijos, no se ofenda si sus amigos padres no pueden ir, o no quieren ir, o van un ratito a sus fiestas o eventos… usted no sabe si acaban de pasar 2 días sin pegar el ojo porque el bebé estuvo enfermo, o si lloró 3 semanas de 11 pm a 4 am por cólico, o resulta que le va a salir un diente (quién diría que los dientes causan tantas molestias caray). Sea flexible.

Los amigos cambian, se convierten en “zombies uni-temas” se quejaba. ¡Pues claro! Sobre todo si hay otros padres ahí, hay que sacar la frustración, el miedo, escuchar a otros que ya pasaron por eso da una paz infinita. Sucede sin darte cuenta, yo ya he sido excluida de varios círculos sociales porque ya no estoy en lo de hoy… estoy hablando de pañales, medicinas, horarios de bebé, avances, Mother Goose play club, dieta de ablactación, y para eso, tengo otras amigas nuevas, esas amigas que también están hablando de eso. Si usted que no tiene hijos le da “hueva” el tema, ¿para que invita entonces?... yo también extraño pláticas de adultos, y las tengo con quienes han aguantado este proceso al pie del cañón, a pesar de no tener hijos.

Señorita de Chilango (que seguro jamás sabrá que esto existió), la vida cambia, las personas evolucionan, crecen, se hacen viejos y tienen hijos. No todos maduran y tienen hijos, pero hablando en lo general, quienes los tenemos sabemos que no es enchílame otra. La vida después de un hijo NO puede ser igual que antes, se pueden retomar hábitos de antes, salir, chupar, desvelar, pero aun así, sus amigos que tanto le molestan nunca volverán a ser los mismos. Hay millones de blogs y notas sobre cómo cada vez hay más personas decidiendo NO tener hijos, y se ofenden muchísimo porque los demás les preguntan por qué, y porque socialmente eso no es aceptable. ¿Y los papás? También a nosotros nos ven feo, nos cuestionan y hasta mocosas escriben artículos sobre lo molestos que somos cargando mocosos gritones y con pañales sucios por todos lados. Es un hecho que es difícil compaginar cuando hay este tipo de situaciones, al menos en mi caso, hay una eterna guerra interna entre la “nueva” mamá y Adriana “de siempre”, la balanza se inclina mucho hacia la maternidad, estoy segura que al paso del tiempo se irá ajustando nuevamente, sé que no voy a volver a ser como antes, también sé que esta onda de pañales, pediatras, fiebre, dientes va a ir cambiando, por otros temas, tal vez pesadillas, pancitas adoloridas o rodillas raspadas, y novias malvadas, amigos, viajes… pero nunca va a terminar, y me gusta que sea así, y si al hacer esta elección molesto a alguien, bueno, ese no es mi problema.

Los verdaderos amigos están ahí, aguantan vara, se chutan tus consejos de embarazo, se ríen cien veces de los mismos chistes que haces sobre el proceso, escuchan atentos tu historia de parto, te escriben a ver cómo van tus días, se ofrecen a cargar al bebé un rato mientras tu duermes, te siguen invitando a fiestas y eventos aunque saben que lo más probable es que no vayas, porque tenerte en sus vidas es más importante que cualquier etapa o proceso por el que estés pasando, y viéndolo así, este tipo de procesos sirven también para depurar a esas personas.

Ah! Y a la chilanguita… Tener un hijo es lo más difícil y hermoso que vas a experimentar en tu vida, si es tu decisión tener hijos, te invito a que releas tu artículo cuando eso pase, prometo no ser quien se levante y te pida callar al niño, si no quien te sonría y te pase un kleenex cuando después de un gran berrinche en un lugar público, te encuentre llorando en el baño.

lunes, 23 de marzo de 2015

La importancia del aplauso.


Desde que estaba embarazada leía sobre los diferentes estilos de educación que existen, y las “consecuencias” de cada uno de ellos. Debo decir que antes de adentrarme más en la crianza consciente y respetuosa, era partidaria de los castigos severos, la famosa nalgada “a tiempo” y muchas otras cosas que la mayoría de nosotros vivimos de niños.
 
Cuando Leo tenía como un mes, leí un artículo que explicaba por qué no se debe aplaudir los logros de los hijos, sobre todo aquellos que están dentro de la norma, es decir, lo que se supone que por naturaleza los niños deben hacer, llámese gatear, caminar, hablar… además también me enteré exactamente cómo funciona el famoso método de Estivill, donde básicamente dejas llorar a la cría hasta que el cansancio lo vence y “aprende” a dormir. Siempre me he jactado de mi buen sentido común, pero sobre todo de escuchar esos “si” y “no” profundos que todos tenemos como semáforos que nos van calibrando, justo como cuando me recomendaron dopar a bebé, escuché un NO.
 
No creo que exista un estilo de crianza bueno y uno malo, yo creo que todos somos el resultado de aprendizaje, prueba y error; y así lo vamos pasando a las generaciones que siguen. Pero mi vida en particular me ha enseñado que más vale bueno por conocer que malo por conocido, y no estoy de acuerdo en seguir normas o patrones y mucho menos consejos de personas que han hecho tal o cual cosa porque no todo nos funciona a todos.

Al poquito tiempo, Leo comenzó a sostener la cabeza como todo un campeón, y recordé el artículo que decía: no debes aplaudirle cosas que debería estar haciendo, pues no son un “extra” y me dio risa. Ver a Leo observando el mundo desde su nueva perspectiva de 30° y abrir los ojos como plato de sorpresa y pensar en cómo su cuerpecito tuvo que madurar de manera inexplicable los músculos, las zonas cerebrales y la coordinación, además de la fuerza me arrancó un aplauso y le dije fuerte y claro: “MUY BIEN LEO! , eres increíble”. Seguramente si el viejo o vieja que escribieron el artículo me escucharan, moverían la cabeza con desaprobación. ¿Cómo le dices eso? Está levantando la cabeza, es lo esperado. Pues no estoy de acuerdo.

En la escuela y después en el trabajo vas a vivir rodeado de mamarrachos que te dirán que eres menso, lento, menos, que te falta, que alguien es mejor, que te van a poner objetivos, que van a recibir tus trabajos, presentaciones, y harán cara de “no es suficiente” y te mandarán a cursos de cómo ser ejemplar, exitoso, de cómo avanzar contra la adversidad, de cómo hablar para convencer y de cómo siempre puedes crecer y avanzar, ser más, ser mejor y más importante, a costa de lo que sea. ¿Quién se supone entonces que te aplauda esos logros?
En un mundo cada vez más complicado y lleno de personas a las que sus papás no les aplaudieron sus primeros pasos, su primer dibujo, su primera palabra, los humanos estamos mutando y hay dos equipos, quienes despiertan y se dan cuenta que en realidad no tiene que cumplir las expectativas de NADIE pues el hecho de estar es maravilloso y quienes viven en el eterno camino de complacer y buscar el aplauso. Yo ya estuve en los dos lados. El mundo necesita más personas seguras, de esas que no necesitan complacer, que no requieren ser evaluadas y castigadas, de esas que aplaudan a los demás porque saben lo que se siente.

Hace poco me hablaron para ofrecerme un tour en una nueva escuela que es revolucionaria y tremenda, una escuela de los líderes del futuro, los emprendedores. El argumento de la señora que hablaba era simple: “educamos a los niños para que desde ahora sean superiores, que nunca se sientan satisfechos y siempre den un extra por la excelencia” me quedé helada, acá entre nos, me imaginé a la mujer tipo tronchatoro con bigote de Hitler.
 ¿Por qué alguien querría que su hijo fuera adiestrado así?
Hay muchos ejemplos a nuestro alrededor de papás psicópatas. Incluso hay un programa que sigue las vidas de los padres altamente exigentes, que volcaron en sus hijos sus frustraciones y los castran de por vida exigiéndoles que sean algo que ellos no fueron. Padres que van a los partidos de sus hijos a “echar porras” pero están más atentos a ver en qué se equivocó el de al lado, o peor aún su propio hijo y le gritan cosas horribles… como hijo seguro prefieres que no vayan, como si no te dieras cuenta que la regaste como para que tu papá o tu mamá te estén gritando que estás bien menso.

Es por eso que no estoy de acuerdo. Si mi hijo aprende a leer o a hablar, si desarrollar algún tipo de cualidad quiero que sepa que es un logro, y es bueno, y es increíble. ¿Por qué? Bueno, para empezar porque hay muchos niños que no pueden hacerlo, y tienen dificultades, y porque no es “normal”, es una hazaña para sus mentecillas. Es por eso que no presiono a mi hijo para que haga cosas mejor, más rápido o antes que otros niños, lo respeto en sus tiempos. Es por eso que no hago comparaciones contra otros niños, porque para mí, Leo no es un ser que hay que adiestrar y hacer encajar en un prototipo de futuro CEO Global Mundial Super Ultra Poderoso… es un ser humano pequeñito, que está conectado a su esencia más pura, y quiero que se mantenga así el mayor tiempo posible. Hablar, caminar, sumar, manejar, cualquier cosa que venga en el futuro será aplaudida y motivo de orgullo, porque señores de los artículos castrantes, NO, no es normal. No quiero un hijo lleno de complejos y frustraciones, ni un buscador eterno de la excelencia y la perfección, ya suficientes cargas genealógicas debe traer el pobre a trabajar como para que yo todavía le sume otras más. No pienso ni por un segundo que Leo sea el mejor niño del mundo, ni el más listo, ni Batman… quiero que sea feliz. Quiero que tenga claro que cada cosa que logre merece ser celebrada, que no necesita llenar expectativas de nadie más que las suyas, y que sepa que siempre atrás de cada paso voy a estar ahí aplaudiendo. Me viene valiendo madres si a un psiquiatra, ciudadano o un estudioso de Harvard le parece incorrecto.
Alguien me dijo una vez, un niño no pide lo que no tiene, cuando hablábamos de si dejar llorar a los niños era bueno o no. Y me di cuenta que es una gran verdad. Quiero que Leo tenga atención, amor, apoyo y porras, y que sepa que las puede pedir porque las merece, y porque yo siempre voy a estar ahí para recordárselo y para que sepa que siendo humilde y centrado puede ser y hacer lo que se proponga.
Creo que no podemos hablar de crianza respetuosa si no comenzamos a respetar en serio a los humanitos que nos eligieron para ser sus compañeros y guías en los primeros años, no por ser más pequeñitos o porque no podamos entenderlos merecen ser maltratados, hechos a un lado o abandonados en cualquier sentido.
 Y si estoy mal, y resulta que no era por ahí, pues bueno, siempre podemos pedir un hermanito…

sábado, 7 de marzo de 2015

Magia...introspectiva.


Antes de comenzar, quiero hacer un paréntesis para quienes no creen en la magia, la energía, para quienes profesan alguna religión o incluso para quienes no creen en Dios. No pretendo cambiar su manera de pensar, ni siquiera me interesa pues no me pagan ni pertenezco a ninguna secta. Todo lo que plasmo aquí es mi experiencia, a mi estilo y porque puedo. No estoy dispuesta a debatir mis creencias, ni mucho menos a ser evangelizada, ya estoy grande.

Desde niña fui introducida al mundo de la “magia” o brujería como le llaman algunos. Mi linaje materno es de lo más hermoso y extraño, hay médiums, tarotistas, hierberos, hay quienes pueden ver energías de otras dimensiones, chamanes, brujos… todos ellos son personas comunes y corrientes, con grandes corazones y hermosas sonrisas. Lo único que los diferencia del resto que no se dedican a eso es que ellos creen, y como dicen por ahí, creer para ver.

Uno de mis primeros recuerdos en la vida es cuando era muy chiquita y visitábamos a mi bisabuela Angelina en Savatierra. Muchísimas leyendas, cuentos e historias que te ponían (y ponen) la piel chinita, sobre como las brujas llegan en la noche por los niños más pequeños, o la señora sin cabeza (a la fecha se me eriza la piel de pensar en ella), pero también recuerdo que fue la primera vez que me barrieron con un huevo, pues nunca falta, el que te hace ojo. Después vinieron curaciones de espantos, más ojos, y otras veces escuchaba en conversaciones sobre las limpias que se tenían que hacer con cierto tipo de hierbas y en ciertos momentos, y me pareció siempre de lo más normal. Yo misma de pequeña recuerdo haber hablado con “alguien” varias veces por las noches en casa de mis abuelos. Entre olores de epazote, hierbabuena, manteca, aceites, ruda, pirul, los guisados de mi abuelita y esas historias, guardo los más lindos recuerdos.

Cuando eres niño, crees y por lo tanto, ves. Es fácil, lo complicado es cuando te topas con adultos, sobre todo esos que han construido sus vidas sobre cimientos cuadrados y a punta de nalgadas, cocos y regaños (incluso hasta medicamentos) se les arrancó de golpe su neutralidad, eso con lo que todos nacemos y que la sociedad nos va arrebatando. Entonces, empiezas a contar historias, sueños, a percibir si una persona es de cierto color en específico, a saber que los colores tienen sabores y que es lo más normal comunicarte con seres que otros no pueden ver; pero también entonces llegan a tu vida quienes te dicen que no es cierto, que estás inventando, que estás mal y que si sigues diciendo eso te van a encerrar en un loquero. Y entonces, llega el miedo, y se lleva todo.
Las cosas se complican cuando eres puberto y sabes que cualquier cosa que te haga “diferente” al resto es causa irrefutable de lo que ahora se llama muy rimbombante “bullying”… lo único que quieres en encajar. Y yo encajaba súper bien, supongo que esto del libre albedrío funciona perfecto, porque yo estoy segura que pasé todas las etapas posteriores sin mayor problema, no me diferenciaba tanto de los demás. Recuerdo que en preparatoria soñaba los exámenes, soñaba tal cual el orden de las preguntas, soñaba temblores, soñaba cosas que pasaban y entonces, me daba miedo, porque la miss de psicología dijo que eso es un síntoma de neurosis o de cosas peores. Siempre pensé que tenía un sexto sentido muy evolucionado, una vocecita que te dice: no salgas hoy o esa persona te está mintiendo, hoy sé que eso no es un “don” como muchos le llaman, si no el vínculo perfecto e intacto que todos deberíamos tener con nuestra alma y nuestro ser superior… ya llegaré a la parte que explica mejor esto.

Pasó el tiempo y yo me sentía muy bien, lograba bloquear sin problema alguno cualquier visión, sueño, premonición hasta que enfermé. Me enfermé y feo. Visitaba el hospital bastante seguido, me hacían análisis de todo y salía perfecta, pero yo me sentía fatal, debilidad, mareo, ganas de no hacer nada, ganas de estar sola y dormida, no tenía hambre, me sentía sola, y tenía unas pesadillas espantosas. Cualquiera diría que estaba deprimida, y seguramente si, mi cuerpo físico lo estaba gritando. Acudí a los mejores especialistas, estómago, cabeza, huesos, sangre, pasé por la plancha un par de veces pero las cosas no mejoraban, hasta que un día, uno de mis tíos me dijo: oye y por qué no vas con tal persona, tal vez ella te pueda ayudar. Para ese entonces yo había bajado ya 10 kilos, estaba harta de que todo me saliera mal, y de ir a bailar a Chalma, pero ella me quedaba más cerca, así que le dí una oportunidad. En secreto, me fui a verla. Una mujer pequeña, de ojos grandes me recibió pidiéndome que no me pusiera detrás de ella porque tenía “algo” que no le gustaba. Sacó un tarot. Comenzó a decirme que alguien me había hecho Santería. Me puse helada, y no porque supiera mucho de ese rollo, sino porque vi en sus manos la carta del Diablito y la muerte y dije: me les voy!!... total que para no hacerles el cuento largo, me dijo que me tenía que limpiar. Y yo dije, ah pues ya está, huevo, ruda, ¿Qué necesito? Y ella respondió: una gallina negra. La cara de muchos a esta altura debe ser de incredulidad o sarcasmo, mi cara era igual. Pero dije, si ya me hice estudios de cada célula pues qué chingados. Gallina negra será. Lo que pasó ese día, el día de la limpia nunca se me va a olvidar. Ruidos, cosas, voces, imágenes terribles, miedo, y de repente paz. Caí en un sueño tan profundo, yo creo que tenía meses de no dormir bien. Desperté por la tarde, con un hambre voraz (que no ha parado aunque a veces digo que fue el embarazo). Ese día me planteé la idea de investigar más a fondo estos temas, porque obviamente me había sugestionado, la mente es poderosa y seguramente era por eso que me sentía bien.

Soy una persona que le gusta investigar, entender las cosas. Así que ahí comenzó mi aventura, estoy agradecida con quien decidió mandarme esa vibra rara, porque gracias a ella hoy soy demasiado feliz. Comencé a leer (devorar) libros de metafísica, iba a cuanta conferencia y curso se daba, pero una parte de mí no entendía bien, ahí hablaban de luz, energía divina y la gallina negra pues así que digan que luminosa pues no era… así que empecé a dudar. Dudar de mi religión, a pesar de haber pasado 12 años de mi vida en una escuela de monjas, nunca había leído de buena gana la Biblia, así que lo hice. Estudié mi religión, y decidí que no me satisfacía. Buscaría más. Una cosa llevó a la otra y cuando tuve mi segunda crisis existencial (ataques de pánico y ansiedad porque empecé a soñar de nuevo cosas que pasaban) toqué fondo. Es raro como necesitas tocar fondo para realmente abrir la mente, necesitas ver todo gris, necesitas odiarte, juzgarte, enojarte para poder sacar todo y sanar. Así llegué con Raquel. Raquel cambió mi vida, si han leído blogs anteriores, ha aparecido ya. Un sábado, mi esposo me dijo: vamos Adriana, no pierdes nada. Y me llevó. Cuando entré a su consultorio me sentí como en casa, ángeles, Buda, hadas, duendes, la Virgencita, Jesús, Indios, curanderos, toda la banda mezclada ahí, y todos en armonía. EN ese momento me di cuenta que ESO quería ser, Adriana no era solo magia negra, ni una gallina escupiendo azufre, tampoco era Santa Teresa; Adriana era todo eso y más. Y arrancó la terapia. Mi primer trabajo fue ayudar a la mamá de una amiga muy querida que había fallecido a irse por completo de este plano, en el momento que la escuché darme las gracias cuando se fue supe que eso es lo que quería de mi vida, y que nada ni nadie me haría cambiar de opinión. Me entregué por completo a estudiar y devorar aún más libros! Pero sobre todo, a conocerme. A aceptarme, a perdonarme. Dejé de culpar a otros por lo que me pasa, solté el miedo a ser etiquetada, comencé a confiar en la vida. Y créanme, cuando uno confía en la vida, la magia aparece.

Un día, cerca de mi cumpleaños hace casi 4 años escuché que habría un curso de Tarot, y anoté el teléfono, y dije: voy a llamar, si me contesta la maestra a la primera, lo tomo! El fin de semana de mi cumpleaños arrancó el curso, la maestra contestó a la primera. Y así, como “magia” han ido llegando a mi vida cursos, maestros ( de los buenos y los más buenos) no son personas que bajan flotando en una nube, son seres disfrazados de jefes, amigos, hermanos, padres, vecinos que nos van enseñando cosas de nosotros, cosas que hay que sanar. Comencé a hablar de eso con otras personas, comencé a compartir lo que sentía, lo que soñaba y mucha gente me dejó de hablar jaja…

Empecé a visitar un lugar en San Luis, un portal, comencé a abrir mi conciencia, fui a cursos de glándula pineal, tuve iniciaciones como sanadora, como maga, y de la mano me fui haciendo mejor persona, no para los demás, si no para mi. Empecé a apapacharme, a decir lo que me dolía a quienes me lastimaban, seguí leyendo y aprendiendo sobre vidas pasadas, sobre los secretos (que son secretos porque nos hacemos mensos) del Universo, sobre enseñanzas de St Germain y otros maestros ascendidos, leí y releí los evangelios de María Magdalena, sobre Jung y el Tarot, sobre Religiones, comencé a meditar, aprendí de memoría el Ho´opono pono, la conexión, aprendí a fluir energía, retomé cursos de tarot, aprendí sobre el reiki, me apasioné con la muerte y estudié Tanatología, me sorprendí llevándome de lo mejor con Dios, el chief, el mandamás, o como cada quien le llame y me di cuenta que no necesitaba intermediarios. A lo largo de estos años, que no son tantos, me he topado con toda clase de maestros y cada vez me doy cuenta que no es coincidencia nada, que la vida es lo que cada uno de nosotros se inventa, que las cosas pasan PARA algo y no POR algo, que el karma es únicamente resultado de nuestras intenciones, que el Universo se maneja con números, que el tarot es una herramienta valiosísima para ayudar, que no existe algo bueno o malo, que todo es perspectiva, juicio y mente, que el ego es de lo más poderoso que nos atora y que no hay que pelearse con él, si no apapacharlo, que soy una mujer que corre con lobos, que me encanta estar así conectada con la tierra, que cada día puedo aprender algo si me olvido de juzgar, y que todo esto lo he aprendido durante miles de vidas; y aunque no quieras eso te hace mejor persona.  

Estoy acostumbrada a que me digan que estoy loca, que cómo puedo creer en esas cosas, incluso que me llamen “bruja” porque es lo sencillo, porque todos asocian una ceremonia de bendición de la luna con la gallina negra, y no pretendo cambiar eso, lo he dicho muchas veces, para mi, es un honor que me llamen bruja. No soy experta, ni tantito en este tema de la energía, de las vibras, ni siquiera estoy cerca de poderme considerar una maestra en algo, simplemente soy un alma que dejó a un lado el que dirán y se entregó de lleno a vivir el hoy.

Dios me cae a toda madre, considero que soy su consentida, Jesús ni se diga, y el resto mejor! No soy católica, ni budista, no soy tibetana, ni gitana, me gusta imaginarme que soy como el consultorio de Raquel, todos tienen un espacio dentro de mi, todos aportan algo que me hace crecer y aprender. Tal vez, pensándolo bien, si tengo un poco o mucho de locura adentro, pero no por mis mezclas ideológicas, ni siquiera por mis raíces o mi adn, sino porque yo si creo que con que una sola persona piense en luz, mande luz y esté en paz (la mayor parte del tiempo que pueda) con ella misma el mundo puede ir cambiando, por eso dejé de distribuir noticias tristes o violentas, no porque viva en una burbuja si no porque creo en la coherencia. Soy la más humana de todas las humanas, pero sé que hay en mi algo que me da chispa, que me da vida, una esencia que me hace aprender, reír , llorar, ser sensible ante las más mínimas cosas y no valorar lo que “debería”, tal vez soy diferente, pero no me importa, porque soy feliz, así con mi falda larga para bailar con otras mujeres, con mi voz aguda cantando mantras, con mis cuarzos y piedras de colores, mis ángeles, mi incienso, con Tonantzin de un lado y el OM del otro. 

Creo fielmente en la teoría del qué chingados y me apego a ella tanto como me es posible, porque no creo que vivamos una vez, creo que vivimos miles, y creo que hay que hacer que cada una de ellas valga la pena, y si mi aura es psicodélica me encanta, y si mi mente es dispersa y loca, me encanta aún más, y sin sonar cliché, creo que lo único que vale aquí, y que realmente importa es cuánto te amaste y a cuántas personas lograste tocar, y si tal vez con este texto logré hacerte sonreír, reflexionar o dormir, bueno… algo estoy haciendo bien.