Antes de comenzar, quiero hacer un paréntesis para quienes
no creen en la magia, la energía, para quienes profesan alguna religión o incluso
para quienes no creen en Dios. No pretendo cambiar su manera de pensar, ni
siquiera me interesa pues no me pagan ni pertenezco a ninguna secta. Todo lo
que plasmo aquí es mi experiencia, a mi estilo y porque puedo. No estoy
dispuesta a debatir mis creencias, ni mucho menos a ser evangelizada, ya estoy
grande.
Desde niña fui introducida al mundo de la “magia” o brujería
como le llaman algunos. Mi linaje materno es de lo más hermoso y extraño, hay médiums,
tarotistas, hierberos, hay quienes pueden ver energías de otras dimensiones,
chamanes, brujos… todos ellos son personas comunes y corrientes, con grandes
corazones y hermosas sonrisas. Lo único que los diferencia del resto que no se
dedican a eso es que ellos creen, y como dicen por ahí, creer para ver.
Uno de mis primeros recuerdos en la vida es cuando era muy
chiquita y visitábamos a mi bisabuela Angelina en Savatierra. Muchísimas
leyendas, cuentos e historias que te ponían (y ponen) la piel chinita, sobre
como las brujas llegan en la noche por los niños más pequeños, o la señora sin
cabeza (a la fecha se me eriza la piel de pensar en ella), pero también
recuerdo que fue la primera vez que me barrieron con un huevo, pues nunca
falta, el que te hace ojo. Después vinieron curaciones de espantos, más ojos, y
otras veces escuchaba en conversaciones sobre las limpias que se tenían que
hacer con cierto tipo de hierbas y en ciertos momentos, y me pareció siempre de
lo más normal. Yo misma de pequeña recuerdo haber hablado con “alguien” varias
veces por las noches en casa de mis abuelos. Entre olores de epazote,
hierbabuena, manteca, aceites, ruda, pirul, los guisados de mi abuelita y esas
historias, guardo los más lindos recuerdos.
Cuando eres niño, crees y por lo tanto, ves. Es fácil, lo
complicado es cuando te topas con adultos, sobre todo esos que han construido
sus vidas sobre cimientos cuadrados y a punta de nalgadas, cocos y regaños
(incluso hasta medicamentos) se les arrancó de golpe su neutralidad, eso con lo
que todos nacemos y que la sociedad nos va arrebatando. Entonces, empiezas a
contar historias, sueños, a percibir si una persona es de cierto color en
específico, a saber que los colores tienen sabores y que es lo más normal
comunicarte con seres que otros no pueden ver; pero también entonces llegan a
tu vida quienes te dicen que no es cierto, que estás inventando, que estás mal
y que si sigues diciendo eso te van a encerrar en un loquero. Y entonces, llega
el miedo, y se lleva todo.
Las cosas se complican cuando eres puberto y sabes que
cualquier cosa que te haga “diferente” al resto es causa irrefutable de lo que
ahora se llama muy rimbombante “bullying”… lo único que quieres en encajar. Y
yo encajaba súper bien, supongo que esto del libre albedrío funciona perfecto,
porque yo estoy segura que pasé todas las etapas posteriores sin mayor
problema, no me diferenciaba tanto de los demás. Recuerdo que en preparatoria
soñaba los exámenes, soñaba tal cual el orden de las preguntas, soñaba
temblores, soñaba cosas que pasaban y entonces, me daba miedo, porque la miss
de psicología dijo que eso es un síntoma de neurosis o de cosas peores. Siempre
pensé que tenía un sexto sentido muy evolucionado, una vocecita que te dice: no
salgas hoy o esa persona te está mintiendo, hoy sé que eso no es un “don” como
muchos le llaman, si no el vínculo perfecto e intacto que todos deberíamos
tener con nuestra alma y nuestro ser superior… ya llegaré a la parte que
explica mejor esto.
Pasó el tiempo y yo me sentía muy bien, lograba bloquear sin
problema alguno cualquier visión, sueño, premonición hasta que enfermé. Me
enfermé y feo. Visitaba el hospital bastante seguido, me hacían análisis de
todo y salía perfecta, pero yo me sentía fatal, debilidad, mareo, ganas de no
hacer nada, ganas de estar sola y dormida, no tenía hambre, me sentía sola, y
tenía unas pesadillas espantosas. Cualquiera diría que estaba deprimida, y
seguramente si, mi cuerpo físico lo estaba gritando. Acudí a los mejores
especialistas, estómago, cabeza, huesos, sangre, pasé por la plancha un par de
veces pero las cosas no mejoraban, hasta que un día, uno de mis tíos me dijo:
oye y por qué no vas con tal persona, tal vez ella te pueda ayudar. Para ese
entonces yo había bajado ya 10 kilos, estaba harta de que todo me saliera mal,
y de ir a bailar a Chalma, pero ella me quedaba más cerca, así que le dí una
oportunidad. En secreto, me fui a verla. Una mujer pequeña, de ojos grandes me
recibió pidiéndome que no me pusiera detrás de ella porque tenía “algo” que no
le gustaba. Sacó un tarot. Comenzó a decirme que alguien me había hecho
Santería. Me puse helada, y no porque supiera mucho de ese rollo, sino porque
vi en sus manos la carta del Diablito y la muerte y dije: me les voy!!... total
que para no hacerles el cuento largo, me dijo que me tenía que limpiar. Y yo
dije, ah pues ya está, huevo, ruda, ¿Qué necesito? Y ella respondió: una
gallina negra. La cara de muchos a esta altura debe ser de incredulidad o
sarcasmo, mi cara era igual. Pero dije, si ya me hice estudios de cada célula
pues qué chingados. Gallina negra será. Lo que pasó ese día, el día de la
limpia nunca se me va a olvidar. Ruidos, cosas, voces, imágenes terribles,
miedo, y de repente paz. Caí en un sueño tan profundo, yo creo que tenía meses
de no dormir bien. Desperté por la tarde, con un hambre voraz (que no ha parado
aunque a veces digo que fue el embarazo). Ese día me planteé la idea de
investigar más a fondo estos temas, porque obviamente me había sugestionado, la
mente es poderosa y seguramente era por eso que me sentía bien.
Soy una persona que le gusta investigar, entender las cosas.
Así que ahí comenzó mi aventura, estoy agradecida con quien decidió mandarme
esa vibra rara, porque gracias a ella hoy soy demasiado feliz. Comencé a leer
(devorar) libros de metafísica, iba a cuanta conferencia y curso se daba, pero
una parte de mí no entendía bien, ahí hablaban de luz, energía divina y la
gallina negra pues así que digan que luminosa pues no era… así que empecé a
dudar. Dudar de mi religión, a pesar de haber pasado 12 años de mi vida en una
escuela de monjas, nunca había leído de buena gana la Biblia, así que lo hice.
Estudié mi religión, y decidí que no me satisfacía. Buscaría más. Una cosa
llevó a la otra y cuando tuve mi segunda crisis existencial (ataques de pánico
y ansiedad porque empecé a soñar de nuevo cosas que pasaban) toqué fondo. Es
raro como necesitas tocar fondo para realmente abrir la mente, necesitas ver
todo gris, necesitas odiarte, juzgarte, enojarte para poder sacar todo y sanar.
Así llegué con Raquel. Raquel cambió mi vida, si han leído blogs anteriores, ha
aparecido ya. Un sábado, mi esposo me dijo: vamos Adriana, no pierdes nada. Y
me llevó. Cuando entré a su consultorio me sentí como en casa, ángeles, Buda,
hadas, duendes, la Virgencita, Jesús, Indios, curanderos, toda la banda
mezclada ahí, y todos en armonía. EN ese momento me di cuenta que ESO quería
ser, Adriana no era solo magia negra, ni una gallina escupiendo azufre, tampoco
era Santa Teresa; Adriana era todo eso y más. Y arrancó la terapia. Mi primer
trabajo fue ayudar a la mamá de una amiga muy querida que había fallecido a
irse por completo de este plano, en el momento que la escuché darme las gracias
cuando se fue supe que eso es lo que quería de mi vida, y que nada ni nadie me
haría cambiar de opinión. Me entregué por completo a estudiar y devorar aún más
libros! Pero sobre todo, a conocerme. A aceptarme, a perdonarme. Dejé de culpar
a otros por lo que me pasa, solté el miedo a ser etiquetada, comencé a confiar
en la vida. Y créanme, cuando uno confía en la vida, la magia aparece.
Un día, cerca de mi cumpleaños hace casi 4 años escuché que
habría un curso de Tarot, y anoté el teléfono, y dije: voy a llamar, si me
contesta la maestra a la primera, lo tomo! El fin de semana de mi cumpleaños
arrancó el curso, la maestra contestó a la primera. Y así, como “magia” han ido
llegando a mi vida cursos, maestros ( de los buenos y los más buenos) no son
personas que bajan flotando en una nube, son seres disfrazados de jefes,
amigos, hermanos, padres, vecinos que nos van enseñando cosas de nosotros,
cosas que hay que sanar. Comencé a hablar de eso con otras personas, comencé a
compartir lo que sentía, lo que soñaba y mucha gente me dejó de hablar jaja…
Empecé a visitar un lugar en San Luis, un portal, comencé a
abrir mi conciencia, fui a cursos de glándula pineal, tuve iniciaciones como
sanadora, como maga, y de la mano me fui haciendo mejor persona, no para los
demás, si no para mi. Empecé a apapacharme, a decir lo que me dolía a quienes
me lastimaban, seguí leyendo y aprendiendo sobre vidas pasadas, sobre los
secretos (que son secretos porque nos hacemos mensos) del Universo, sobre
enseñanzas de St Germain y otros maestros ascendidos, leí y releí los
evangelios de María Magdalena, sobre Jung y el Tarot, sobre Religiones, comencé
a meditar, aprendí de memoría el Ho´opono pono, la conexión, aprendí a fluir
energía, retomé cursos de tarot, aprendí sobre el reiki, me apasioné con la
muerte y estudié Tanatología, me sorprendí llevándome de lo mejor con Dios, el
chief, el mandamás, o como cada quien le llame y me di cuenta que no necesitaba
intermediarios. A lo largo de estos años, que no son tantos, me he topado con
toda clase de maestros y cada vez me doy cuenta que no es coincidencia nada,
que la vida es lo que cada uno de nosotros se inventa, que las cosas pasan PARA
algo y no POR algo, que el karma es únicamente resultado de nuestras
intenciones, que el Universo se maneja con números, que el tarot es una
herramienta valiosísima para ayudar, que no existe algo bueno o malo, que todo
es perspectiva, juicio y mente, que el ego es de lo más poderoso que nos atora
y que no hay que pelearse con él, si no apapacharlo, que soy una mujer que
corre con lobos, que me encanta estar así conectada con la tierra, que cada día
puedo aprender algo si me olvido de juzgar, y que todo esto lo he aprendido
durante miles de vidas; y aunque no quieras eso te hace mejor persona.
Estoy acostumbrada a que me digan que estoy loca, que cómo
puedo creer en esas cosas, incluso que me llamen “bruja” porque es lo sencillo,
porque todos asocian una ceremonia de bendición de la luna con la gallina
negra, y no pretendo cambiar eso, lo he dicho muchas veces, para mi, es un
honor que me llamen bruja. No soy experta, ni tantito en este tema de la
energía, de las vibras, ni siquiera estoy cerca de poderme considerar una
maestra en algo, simplemente soy un alma que dejó a un lado el que dirán y se
entregó de lleno a vivir el hoy.
Dios me cae a toda madre, considero que soy su consentida, Jesús
ni se diga, y el resto mejor! No soy católica, ni budista, no soy tibetana, ni
gitana, me gusta imaginarme que soy como el consultorio de Raquel, todos tienen
un espacio dentro de mi, todos aportan algo que me hace crecer y aprender. Tal
vez, pensándolo bien, si tengo un poco o mucho de locura adentro, pero no por
mis mezclas ideológicas, ni siquiera por mis raíces o mi adn, sino porque yo si
creo que con que una sola persona piense en luz, mande luz y esté en paz (la
mayor parte del tiempo que pueda) con ella misma el mundo puede ir cambiando,
por eso dejé de distribuir noticias tristes o violentas, no porque viva en una
burbuja si no porque creo en la coherencia. Soy la más humana de todas las
humanas, pero sé que hay en mi algo que me da chispa, que me da vida, una esencia
que me hace aprender, reír , llorar, ser sensible ante las más mínimas cosas y
no valorar lo que “debería”, tal vez soy diferente, pero no me importa, porque
soy feliz, así con mi falda larga para bailar con otras mujeres, con mi voz
aguda cantando mantras, con mis cuarzos y piedras de colores, mis ángeles, mi
incienso, con Tonantzin de un lado y el OM del otro.
Creo fielmente en la
teoría del qué chingados y me apego a ella tanto como me es posible, porque no
creo que vivamos una vez, creo que vivimos miles, y creo que hay que hacer que
cada una de ellas valga la pena, y si mi aura es psicodélica me encanta, y si
mi mente es dispersa y loca, me encanta aún más, y sin sonar cliché, creo que
lo único que vale aquí, y que realmente importa es cuánto te amaste y a cuántas
personas lograste tocar, y si tal vez con este texto logré hacerte sonreír,
reflexionar o dormir, bueno… algo estoy haciendo bien.