domingo, 14 de diciembre de 2014

De cuando me quité mi disfraz de mujer maravilla.



Empieza despacito. La gente que lo vive no se da cuenta, porque te va cambiando, te cubre por completo y te hace sentir bien. Es en realidad equiparable a una droga. 

Yo no recuerdo cuando comenzó, seguramente cuando era niña, pero se convirtió en esa sombra de la que habla Jung, o ese inconsciente del que Freud tanto presume, existe y crece contigo, incluso creo que hay un momento en que te rebasa, y mide 10 metros, o más, y aún así te acompaña siempre, camina contigo se convierte en un compañero, es parte de ti.

Hay veces en que recuperas aunque sea un poquito de valor y tienes momentos de lucidez, donde te cuestionas si el rumbo de tus decisiones está sostenido por tu esencia o por "eso".

Durante años y terapias intenté buscar un nombre para poder llamarlo, pasé por perfeccionismo, el "juez", el qué dirán, el deseo de demostrar; sigo sin encontrar un nombre que suene muy serio, lo único que tienen en común todos los términos que se me ocurrieron es que buscan el aplauso, buscan quedar bien con "alguien" (no definido aún) externo. Hoy le llamo "el traje de mujer maravilla", un afán compulsivo por ser perfecta, por hacer todo bien, por quedar siempre bien, porque la gente frente a mi y mis espaldas tenga comentarios de aceptación, por hablar, caminar, expresarme, sentirme, verme siempre bien.

Si usted ha leído hasta este párrafo, seguramente se está aguantando las ganas de decirme que vaya a terapia. Pero queridos lectores, esto no se resuelve tan fácil. Intenté psicoanálisis (lo del diván se ve muy nice, pero es lento y muy estancador), terapias Gestalt, visité expertos en este plano y en los otros cantidad de lectores de auras, el tarot, piscólogos y psiquiatras ... todos coincidían: estás muy bien, solamente necesitas aprender a dejar de lado esa necesidad de ser perfecta. 

Comencé una terapia que yo llamo alternativa cuando toqué fondo. Inicié con enfermedades, me pegaron todas en el estómago... apendicitis, la vesícula, reflujo, gastritis, temporadas en cama con mareos, luego gripas, calambres... pero un día en la noche empecé con un dolor muy fuerte en el pecho, era como si unas garras estuvieran apretando mis pulmones, empecé a tener miedo, pánico de no poder respirar, y de repente frente a mi escenas de mi vida, decisiones por tomar, personas por sorprender, cosas por hacer, mareo... me recetaron ansiolíticos, que mi cuerpo rechazó por completo con un ataque de los peores que sufrí en mi vida, a punto del desmayo y con ideas extremas en mente decidí que no quería vivir drogada, que buscaría otras opciones. Homeopatía. Me mantuvo sobre la tierra y funcional, pero seguía sintiendo "eso" atrás de mi, vigilándome, viendo cada paso, juzgando cada palabra, cada decisión, quien haya sufrido ansiedad y pánico seguramente me comprende.

De repente todo los seres queridos se convierten en lobos. Todos te miran raro y te dicen: "tienes que relajarte", "no sabes mantener la calma", "tienes que madurar y aprender a manejar el stress"... ¿qué creen? No lo estoy haciendo a propósito. Libros, muchos libros, páginas de internet, grupo de ayuda de personas con Ansiedad. Comencé con yoga, me ayudó bastante pero no era necesario ni suficiente, mi cuerpo comenzó a relajarse pero mi mente seguía a mil por hora.

Última oportunidad. Una terapia alternativa con una psicóloga de la UNAM, que resulta que además es vidente. ¿Neta? Bueno, ya solo me falta ir a Chalma o pedir posada en San Bernardino... estoy perdiéndome en este mar de pensamientos y estas garras aprietan, no me reconozco y estoy tan cansada. Intentemos.

Mi vida cambió. Me encontré con una mujer honesta, directa, que de alguna forma sabía leer cada uno de mis pensamientos y mis miedos, una mujer que hablaba de ansiedades, depresiones, espíritus, maestros ascendidos, misiones de vida, chakras y groserías por igual. Sentada frente a mi, con su cigarro, me analizaba, me retaba. Fue la única persona en ese momento que no me trató de "pobrecita", me sacudió. Entre libros, pláticas, terapias y cursos, experiencias increíbles (que ya les contaré luego) con ella y en paralelo, comencé a relajarme, comencé a perdonarme.

Me desconocí las primeras veces que abrí la boca para decir mis pensamientos íntegros, SIN filtro. Es impresionante como la gente que más te motiva a "cambiar" y "relajarte" es la más ofendida cuando le dices tus verdaderos pensamientos y sentimientos.

Nunca se me va a olvidar la primera vez que medité. Era un (y perdón por la palabra) reverendo desmadre. Mi cabeza junto con mi sombra corrieron por el traje de mujer maravilla, me lo pusieron y empezaron a decirme: "segura que estás respirando bien?, te están evaluando, no te has podido conectar... de verdad crees en esto? te ves ridícula haciendo eso, siéntate derecha!, seguro saliendo va a haber mucho tráfico, qué vas a cenar? , como que esta picazón en las piernas no es correcta, esto no es tan bueno, pero no es tan malo..." Adicional a eso, las personas conocidas a quienes poco a poco me atreví a contarles que estaba cambiando mi estilo de pensamiento, que en una de esas eso de la energía no estaba tan loco, me veían raro. 

Una vez, por casualidad (o como se ahora, causalidad) escuché en un programa de radio la voz de una mujer relajada, amable, que contaba como si fuera chisme unas lecturas de tarot, y comenzaba a decir que iba a dar un curso. Mi sombra se puso al lado, sacó las garras y me apretó la panza: "Tú no crees en eso, no seas ridícula" pero para ese momento, después de encuentros con seres de luz, de sombra y meditaciones mas o menos decentes estaba entre nubes, le saqué la lengua y marqué. Me contestó a la primera. Agendé mi curso, para mi cumpleaños, y un par más para llevar.

Y desde ahí no ha parado. La vida me sigue enviando pruebas y retos, jueces y señaladores (como a todos), situaciones fáciles y otras no tanto, y yo saco mi disco de Ho´opono pono, mis cursos de tapping, de energía, de la vida, de la muerte, pongo música y un incienso y me pongo a meditar. Mi sombra se ha hecho muy pequeña, yo creo que hoy no me llega a la rodilla. Su voz es menos terrible, es más como un niño berrinchudo pidiendo que le haga caso. No la ignoro, después de 32 años uno le toma cariño a sus miedos, a sus monstruos. 

He ido conociendo personas maravillosas en este camino, maestras y maestros llenos de amor y paciencia que han destapado nuevas dudas, nuevas opciones, y que me han ido enseñando de a poco o mucho nuevas maneras de ver la vida, nuevas opciones, nuevas ideas, pero sobre todo a amarme.

No soy una gran tarotista, me cuesta un chorro hacer perros mirando hacia abajo y mucho más aprenderme y pronunciar shavassana (es más creo que lo escribí mal), meditando suelo ponerme a platicar con mi mente y mi sombra, ya no les tengo miedo ni las regaño... ni ellas a mi. A veces, me traen el disfraz de mujer maravilla para ponérmelo y querer ser una estrella, pero nos damos cuenta que aunque quisiera, ese traje ya no me queda, hoy soy una talla mucho más grande y las 3 nos echamos a reír.

Hace tiempo que decidí dejar de ser la eterna buscadora de perfección, la mujer maravilla me aburre. Elegí ser la mujer que se equivoca, que se cae y se queda ahí tirada llorando de la risa, elijo ser la mujer que se enferma y no se culpa, la que a veces no sabe lo que quiere, pero lo intenta, la mujer que necesita ayuda, que necesita apoyo y amor de otros, la mujer a la que le afectan cosas humanas, que busca ser siempre mejor, pero a veces se cansa y se da el permiso de simplemente "ser", de tomar decisiones equivocadas, de comerme un chingado pastel y luego unas papas, de estar cansada y acostarme un rato, de decir: no gracias cuando no se me da la gana ir, hacer, hablar, estar donde y con quien sea; de decir: no estoy de acuerdo o ese tema me da hueva, sin temor a lastimar a alguien o "quedar mal".

Entre fantasías y realidades, con mi sexto sentido más despierto que nunca, con mi tercer ojo super abierto, mi piel chinita y unos zapatos cómodos, decido aceptarme y amarme tal cual soy, y me caigo mejor que nunca. Mi mente y mi sombra complotean de repente, buscan nuevos trucos para llamar mi atención, a veces lo consiguen, y otras simplemente las dejo pasar, las suelto y les cierro el ojo. 

Nadie merece vivir por su ego, su miedo, expectativas externas, etiquetas, objetivos (claros, medibles y cuantificables), justificaciones y explicaciones... Todos merecemos simplemente SER uno con nuestra escencia. Y lo demás, ¡Qué chingados!

p.d. me sobra un disfraz de mujer maravilla talla cero, por si ocupan.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Reflexiones dentro de un probador.


¡¡Nos vamos a celebrar nuestro aniversario!!! y todo es emoción hasta que pienso: ¿qué me voy a poner en la playa?, reviso el cajón de "vacaciones" y encuentro muchos bikinis, de diferentes tallas incluyendo algunos que usé embarazada. Pero hoy ya no estoy embarazada, ni tengo el cuerpo de hace 10 años (y tampoco es que hace 10 años fuera de photoshop), pero ustedes, contemporáneas deben saberlo, las cosas cambian, y más después de tener un bebé.

No me puedo quejar, bajé los kilos que subí y un poquito más durante la cuarentena, pero aún así, no estoy tan segura que esté lista para esa exhibición. Así que corro y anuncio a los hombres de la casa que vamos de shopping, necesito un traje de baño completo. 

Llegamos a la tienda y empiezo a seleccionar diferentes modelos y entro corriendo al probador, se coló un bikini, vamos a ver... ¿Qué les pasa en los probadores? ¿Es necesaria tanta luz? Estoy segura que si fuera más tenue venderían más... y divago.

¿Qué nos pasa a las mujeres? De verdad somos muy duras con nosotras mismas y con el género. Yo honestamente siempre he pensado que me importa un comino lo que la gente piense o diga, pero a la hora de mostrar carne, las cosas cambian. No quiero sonar a campaña de Dove, pero en serio, hoy después de mucho tiempo sigo teniendo las mismas inseguridades que tenía de puberta (de haber sabido como se pondrían las cosas hubiera usado más bikinis en esas épocas). 

Me pruebo al menos 4 trajes de baño, cambio de talla, de algunos se sale carnita traviesa que quiere sol, esa que no está donde debería y hace que la tela se vea floja en otros lugares. Creo que voy a llorar. Respiro. Quiero probarme otro.

Estoy segura que ser arpía se hereda de mujer a mujer, de generación en generación, somos críticas y muy duras. No quiero entrar en mucho detalle (porque creo que es material de otro blog), pero las cosas se ponen peor una vez que tienes hijos. ¿De dónde saqué yo que ya no era apta para un bikini?, ah si claro... ya soy mamá. Las cosas cambian, el cuerpo cambia. Pero esto va más allá del cuerpo, esto habla de mi vida, mis experiencias, mi educación, incluso la religión, yo creo que todo eso se mete en el cerebro se cuela y pasa a la sangre, al ADN femenino. Eso que te hace criticarte en el espejo, buscar los defectos, y criticar a la "golfa", la "gorda", la "naca", la "flacucha", la "celulítica", la "vieja", la "aguada" de enfrente (aplica a la mujer que tengo enfrente físicamente o en un reflejo) y peor aún, eso se hereda. Y cada vez vemos más niñas queriendo cambiar su cabello, su cuerpo, y más comerciales y manifestaciones de diferentes formas en contra de las imágenes falsas. 

No se exactamente cuánto tiempo llevo en el probador. Es un tema delicado, las imagenes pasan por mi cabeza, tengo que tomar más agua, hacer más ejercicio, ese muffin de ahí seguro ni con eso se quita... 

Somos malas, somos duras y críticas y tristemente descubrí que mientras más dura y mala seas, más te exiges. He escuchado toda la vida mujeres diciendo: mira esa vieja, vestida como golfa, mira la celulitis, ya viste los gordos de la espalda, etc... pero jamás he escuchado un hombre (heterosexual, con disculpa de mis amigos gays que amo con locura) diciendo: ufff ya viste esa mujerzuela, que pantalones tan pegados, se le ven los calzones! o ¿que tal su celulitis? , ¿ya vieron el escote que trae, qué se cree esa ramera?. Esto mujeres, no lo hacemos por los hombres. Creemos que lo hacemos por ellos, pero no es así, ni siquiera por nosotras. Esto lo hacemos por otras mujeres. Esas mujeres que nos ven y nos señalan. 

Me doy cuenta que dentro de los trajes de baño, se coló un bikini. ¡Está muy lindo! Pues no me cuesta nada probármelo, vamos a ver... ¡me queda! Si, hay algunas carnillas traviesas por ahí, pero me veo a los ojos, Adriana, este cuerpo acaba de parir no hace ni 6 meses estabas con una barrigota tirada en una cama pujando para dar a luz a un pequeñito de 3.6 kilos, y hoy está aquí, midiéndose un bikini de flores y barbitas, y se ve bastante bien. Empiezo a enfocarme entonces en lo positivo, los beneficios de la lactancia se notan, mis piernas largas, esa pancita al aire que agradecería bastante un poco de sol. Y entonces salgo sonriendo a que mi público diga su opinión, mi esposo sonríe y dice: te ves wow!, Leo sonríe y balbucea algo, que yo traduzco como: mami, te ves linda! (aunque sospecho que tiene más que ver con tener su comida más a la mano). 

Regreso al vestidor, me vuelvo a ver, suspiro y guardo los demás trajes de baño. Me siento responsable de romper esa cadena de ADN juicioso, es momento de crecer, de soltar, de ver en cada una de las mujeres un reflejo de algún matiz de mi propio ser; porque hoy sé mejor que nunca las batallas que todas libramos en un probador.

"Señorita, me llevo este bikini, y de paso ese mini short que le hace juego".

miércoles, 29 de octubre de 2014

Contigo.


Ayer no fue un buen día. El cambio de horario desconfiguró a Leo, llevaba 2 días despertando 5 am listo para jugar (con las respectivas tomas de la madrugada), entre el desvelo y el cansancio, pensé que podría dormir unas siestas mientras el lo hacía, sin embargo, "algo" pasó y Leo estuvo llorando todo el día. No hay nada más agotador que un bebé gritando, porque no solamente hay que consolarlo, si no intentar descifrar qué es lo que le pasa. Son de esas veces en las que te pones a llorar con el bebé. Cuando por fin logré dormirlo, comenzaron a taladrar la pared del vecino, así que comenzamos de nuevo. De repente, llegó mi esposo. 

Hay algo que tiene él que es como magia. Tomó a Leo en sus brazos y me dio un beso, de inmediato, el ambiente de la casa cambió por completo. Leo se quedó dormido en menos de 5 minutos y yo me tiré en un sillón a llorar. (De chiquita me operaron los lagrimales porque estaban cerrados y se les pasó la mano).

Y entonces recordé todos los momentos de los que me ha rescatado. Estábamos recién casados, cuando tuve una crisis existencial. Empecé a explorar diferentes opciones para encontrar mi camino. Fuí a terapias, sesiones de meditación, limpias, cursos, clases, fines de semana de búsqueda, check ups, consultas con todo tipo de doctores; y en cada paso, el estuvo ahí. Me abrazaba y me decía: todo está bien, tu estás bien y esto es normal. Yo sabía que no estaba bien, pero escucharlo tan seguro me daba ánimo para seguir.

Hubo un tiempo en que los Domingos lloraba como niña chiquita (lagrimales, recuerden) porque no quería ir a trabajar al día siguiente, pues ya no era feliz. Y el se sentaba a mi lado con una caja de kleenex y un postre listo para escucharme. Al terminar, me decía: si no eres feliz, renuncia. Haz lo que te haga feliz, tu mereces ser feliz.

Cuando fuimos a una boda y solo llevaba un vestido que hacía años no usaba y no me subía el cierre, y terminé acostada en la cama furiosa, se sentó a mi lado y me dijo: oye, yo te voy a ayudar, es la tela... tu estás igual de flaquita que siempre. (Para los curiosos el cierre subió, sufrió toda la fiesta, pero subió).

Siempre está ahí para cuando hago comentarios sin filtro y me meto en problemas, me salva, siempre me salva.

Cuando me embaracé me cuidó como nunca, diciéndome lo bonita que me veía (aunque yo en el espejo veía una boya), me acompañó a cada cita con el doctor y a cada clase, me dió masaje en la espalda y en los pies, aguantó mis ataques de furia y mi cansancio, respetó mi parto dándome la mano y diciéndome lo fuerte y valiente que era. 

A la fecha cuando llega a la casa, y me encuentra en pants, despeinada y cargando a Leo que llora, me da un beso y me dice: "te ves preciosa! (aunque yo soy la versión maternizada de gollum), ve a descansar un rato".

El otro día, en un café de amigas, alguien dijo: "tu relación es la más aburrida que conozco, ¿nunca pelean o qué?" y me quedé pensando, en realidad si peleamos, discutimos y nos caemos mal a veces, pero hay algo más... hay días que creo que tanta búsqueda y cambio de ideas, crecimiento espiritual y aprendizaje ha tenido tan buenos resultados porque cuento con una persona a mi lado que admiro y me admira, que ve en mí algo más profundo que una mujer loca con tendencias de rebeldía y ganas de pelear. El cree en mi. Y no solo eso, también lo dice. 

He aprendido que el amor no es flores, chocolates, cenas, viajes, grandes regalos... eso lo puedes vivir y tener sin que haya amor de por medio. El amor es días en pijama, pláticas eternas sobre los sueños y cómo cambiar el mundo, planes a futuro, porras instantáneas cuando se trata de iniciar algo, ataques de cosquillas, complicidad, burlas y mensajes graciosos, pláticas sin sentido en las madrugadas, besos, desayunos en la cama, masajes en la espalda, ver películas que no te gustan y la mayoría solo estimulan los lagrimales extra activos de tu pareja, subirte a los juegos mecánicos teniendo fobia a las alturas, cantos de bebés, arrullos a media noche... y así es como los regalos superficiales se quedan chiquitos. Y me convenzo de que todos merecemos un amor así.

Estamos a unos días de cumplir 4 años de casados, apenas puedo creer lo rápido que se ha ido el tiempo y todo lo que hemos vivido. Posiblemente nuestra relación sea aburrida, y eso es lo que la hace tan auténtica, tan disfrutable.

Mentiría si dijera que mi vida sin tí no tiene sentido, o que sin tí no podría hacer cualquier cosa, porque la verdad es que seguramente lo podría hacer; pero agradezco que estás aquí, que nos cuidas, que le pones magia a cada momento. No se como va a terminar esta historia, pero hay algo que es seguro, hoy elijo recorrer y compartir este camino contigo. 

viernes, 19 de septiembre de 2014

De repente...

Y de repente, te das cuenta que no encajas tan bien en el mundo. 
Te das cuenta que lo que has estado haciendo en tu vida, es simplemente repetir a tu manera los patrones creados por la sociedad o sus integrantes. 
Volteas a buscar en cada rincón de tu vida vestigios de tu verdadero yo, y empiezas a recordar quien eres. Tomando los pedacitos, empiezas a armar la historia. Recuperando poco a poco tus pensamientos libres, tus momentos felices, realmente felices. 
Se supone que todos los seres humanos pasan por momentos de "realidad", donde a través de algún tipo de crisis, replantean el sentido de sus existencias, el sentido de vivir, el propósito de estar aquí. Algunos deciden pasar por alto estos avisos de la mente o el cuerpo, otros toman drogas que lo van apagando, y otros, decidimos que es momento de voltear y hacerle caso a ese aviso, que ha estado latente diciéndonos desde siempre "yo vine a hacer algo más que esto". 
Hoy estoy abriendo los brazos a esta posibilidad... y estoy segura que algo grande va a pasar.

Cuando nace una mamá.

Siempre pensé que me casaría a los 25 años, de niña soñaba el día de tener hijitos. Sin embargo, comencé a crecer, y a conocer todas las diferentes opciones entre las que actualmente una mujer puede elegir. Entonces, decidí que iba a posponer eso de jugar a la casita y preferí comerme al mundo. Ser una profesionista entaconada y exitosa con su café de Starbucks en Polanco, de esas personas que nunca se equivocan, que son seguras... eso quería ser.

La primera vez que me plantee la idea de la maternidad fue cuando mi hermana (menor que yo) nos anunció su embarazo. Tuve la fortuna de compartir ese tiempo con ella y también los primeros meses y años de mi sobrino, y ahí no solamente descarté la idea de ser madre, si no que le temí y lo rechacé. ¿Quién en su sano juicio querría ponerse gorda, cansada, hormonal?, pero sobre todo, ¿quién querría tener esa atadura encima?, no poder salir, no poder desvelarse, no poder hacer prácticamente nada mas que atender a un mocosito lleno de popó y llanto. Una a una mis amigas o conocidas que tenían hijos iban como desapareciendo de la vida, y yo no quería eso.

Ya para mis 28 años, comencé a planear mi boda, sin tener tiempo o ganas de pensar en los hijos. Los niños siempre me habían gustado, pero de lejos. Y debo confesar que cuando mi esposo en nuestro segundo aniversario mencionó la idea de embarazarnos se me puso la espalda fría. Estaba trabajando en una gran empresa, tenía muchos amigos, tenía dinero y la vida en pareja iba marchando muy bien! Vacaciones planeadas, escapadas de fin de semana, salidas... el mundo de la maternidad podía esperar.

Entre broma y en serio, un día decidí que era momento de abrir esa puerta y cuando menos lo esperé un martes por la mañana la prueba de embarazo resultó positiva. Mi embarazo fue como un paréntesis en mi vida, no había síntomas o malestares (no graves al menos), me sentía contenta, algo cansada y gorda, pero mi vida y mi mundo seguían girando, me sentía plena y por alguna razón demasiado tranquila. Comenzamos las clases de psicoprofilaxis más como un juego, un paso más al que hay que ponerle palomita, pero ahí me empezó a caer el 20... de verdad ya no había marcha atrás, yo sentía que me había subido a la montaña Rusa y ya había empezado a avanzar, y cuando eso pasa, te tragas el miedo y te agarras fuerte, y eso hice.

Finalmente, llegó el día esperado, las contracciones se hicieron presentes y yo, que había mandado al cuerno a cuanta mujer bien intencionada me daba consejos pues me sentía ya muy preparada para el parto, me hice chiquita y empecé a temblar. De verdad no estaba pensando en la que me había metido! ¿ahora que se hace? ¿respirar? pero vimos como 4 respiraciones! ¿cuál es la que sigue?, tengo que caminar! pero no siento las piernas del dolor!!! Mi esposo ha sido siempre el mejor compañero de vida y no falló en esos momentos, estóico a mi lado, sin poder hacer mucho más que besarme y secarme el sudor de la frente. Dicen que hay que esperar a tener cierta edad y madurez para tener hijos, yo parí a los 32 años y honestamente creo que aunque hubiera tenido 42 o 52 nunca hubiera estado madura y lista para ese día. Leo llegó al mundo en una madrugada mundialista, y en el momento en que nació, supe que mi vida no sería igual, y nunca había tenido tanta razón.

Después de 25 horas de labor de parto, con adrenalina y oxitocina en todo el cuerpo, no pude dormir! y para cuando llegamos a la casa estaba destrozada. En mi imaginación, durante todo el embarazo, yo veía un bebé dormido en un capullo, o con un gorrito de girasol, de esos que cuelgan en todos lados, son seres sonrientes, gorditos y callados, dormidos... que gran fantasía y que alejada está de la realidad. Los bebés no lloran, los bebés gritan, exigen atención... no cada 3-4 horas que dicen los libros, cada segundo. Al cuarto día sin dormir, mi cuerpo colapsó. Tuve un ataque de ansiedad (yo digo que fue miedo) donde sentí que el mundo se me venía encima. ¿En qué momento decidí tener un bebé? si yo soy un bebé chillón todavía! ese pequeñito me está observando, atento... ¿y si fallo? ¿y si un día se me olvida darle de comer? o peor aún, ¿si se me cae mientras camino con el en brazos en la madrugada? ¿que tal si lo aplasto? o ¿si mi leche se contamina por algo que coma? (comí solo manzanas varios días), ¿que tal si por no ponerle límites se convierte en un delincuente juvenil?, de verdad ¿por qué grita tanto? está enfermo! seguro está enfermo! ... y una vez más, mi esposo atento, guardando distancia, pero atento estuvo ahí para apoyarme en mis semanas de altibajos emocionales. ¿Por qué no podía parar de llorar?

Me encontré un día con mi cara en el espejo, saliendo de bañarme, y no me reconocí. Una mujer ojerosa, cansada y pálida me veía atenta, asustada, buscando. Mis días se convirtieron en una sencuencia de repeticiones idénticas... amamantar, cambiar el pañal, arrullar, amamantar, cambiar el pañal, arrullar. Y entonces, en esos días, empecé a recordar quién era. Y me extrañé tanto! esa mujer libre, independiente, que tomaba decisiones rápidas sin equivocarse, que no se detenía por nada, que comía lo que quería y a la hora que quería, que leía un libro por horas sin distracciones, se había ido con todo y tacones corriendo, y rápido.

Hoy, Leo tiene 3 meses. No puedo creer cómo se ha ido el tiempo, y todo lo que hemos pasado, la casa está llena de juguetes, trapos, cobijas y muebles de bebé... hay algunos ratos de silencio que se interrumpen por el llanto (que hoy reconozco) de mi hijito. Me he sorprendido bailando con el, contándole mis planes, durmiendo con él, jugando, cuando lo baño o le doy de comer; es como una pesa humana que va conmigo a todos lados. Cada día hace algo nuevo, cada día mi teléfono se llena de más y más canciones de tatiana y episodios de Pocoyó, la ropa está llena de baba y Leo sonríe, se carcajea a la menor provocación; me reconoce. Sabe y ha sentido todos y cada uno de mis cambios de ánimo, mis emociones y no me ha juzgado, el sonrie atento, haciéndome saber que soy su mundo. 

Y entonces, me doy cuenta que tuve una vida antes, diferente, y que como cada etapa de mi vida, tengo que tomar decisiones, dar pasos y equivocarme... pero hoy sé que ninguna decisión o paso estaría completa sin él. Es extraño como un ser humano tan chiquito puede despertar tanto miedo, pero sobre todo tanto amor, es increíble como no puedo imaginarme una vida sin él, y cómo veo el mundo tan diferente, y cómo me recuerdo a todas esas mamás a las que yo cuestionaba antes y me respondían exactamente el mismo ridículo argumento: vale la pena. Hoy las entiendo.Orgullosa puedo decir que me uno a las filas de millones de mujeres que cansadas, despeinadas, ojerosas y sonrientes dicen: no cambiaría nada. 

Hace unos días fui a Starbucks con Leo. Sonreí al ver mi reflejo, esta mujer en flats y pañalera en lugar de bolsa de marca y tacones dista mucho de la foto que tenía en mente sobre lo que era realización y el éxito; pero por fin me reconocí, con esa sonrisa que tanto me ha gustado toda la vida pero con un toque diferente, como si supiera que el Universo sonríe en complicidad conmigo, porque ha nacido una mamá.