domingo, 31 de enero de 2016

Cuando cambias.


Hoy estábamos en un desayuno familiar, de repente sonó el timbre y me tocó abrir la puerta. Desde que vi a los 3 seres que estaban ahí parado lo supe, eran testigos de Jeohvá. No era cualquier persona, era un hombre vestido de traje (como corresponde) con dos niñas, una como de 10 años y otra de 8. Mi mentecilla loca empezó a trabajar muy rápido, pensando en un argumento que acabara con su labor de evangelización... el hombre como buen vendedor, comenzó a hablar muy rápido sobre la Biblia, y luego me dijo: "usted cree que la Biblia pueda ser una buena herramienta para educar a nuestros hijos?", por mi mente pasaron al menos 39 respuestas desde lo más irónico y sarcástico hasta lo más filosófico, mágico y pagano del mundo, pero en ese momento, vi a las niñas. Las dos sonreían y jugaban, se quedaron atentas esperando mi respuesta. Mi respuesta fue algo así como: "Pues para los creyentes, seguramente si". El hombre comenzó entonces un recital de palabras como evangelio, versículo, lectura, Dios, furia... y yo sonreía, imaginando como será su vida, seguramente es un hombre lleno de rectitud, con muchísimos prejuicios, que ha decidido volcar su fé en una creencia de las más castrantes, con un Dios bastante cabrón y super enojón. Es un hombre al que le da miedo vivir, tomar decisiones, sentirse pleno y libre, disfrutar de una fiesta, de una película porno, de una mujer (o un hombre), bueno, y qué decir de sí mismo...y posiblemente, viva una vida muy estricta, o tal vez no, tal vez simplemente le da la gana ir los Domingos de casa en casa promulgando una creencia que lo ha hecho muy feliz.

De repente, el hombre me dice: conoce usted el versículo fulano de tal? y yo, con un historial de 12 años en escuela de monjas, respondí: no, no lo conozco. El dijo: "pues esta niña lo sabe, díselo (viendo a la niña con la cara que seguramente el imagina que Dios nos hace cuando hacemos algo "malo") y la niña más grande comienza a decir: "Obedezcan a sus padres porque si no me los cargo..." (o algo muy parecido). En ese momento sentí un enorme deseo de responderle, decirle que me parece que es lo más estúpido controlar a las personas desde el miedo, que si el creía que sus hijas no iban a besar a un niño a escondidas atrás de la escuela, y fumar en una fiesta, emborracharse o escaparse de viaje a Playa Paraíso diciendo que estaban en otro lado, estaba muy equivocado, que yo soy una paganita angeloterapeuta y que qué chingados me viene a mi a contar cuentos de terror, a mi eso no me espanta, me llevo increíble con Dios y su banda y no le creo una sola palabra a él ni al libro ese editado por algún padrecito freak. Pero una vez más, me sorprendí a mi misma, quedándome callada y escuchando.

Al final me entregó una revista donde se exponen las estadísticas de cómo cada vez hay más niños y jóvenes perdidos, y en consecuencia y de la misma magnitud mayor furia de Dios. Me acerqué, tomé la revista y le deseé buen día. Me preguntó si podía volver después para hablar de las dudas, obvio dije que si, estaba en casa de mi mamá, o sea la bronca ya no es mía.

Todo el día he estado pensando por qué reaccioné así. Y una y otra vez llego a la misma conclusión: porque ya entendiste. De ninguna forma quiero decir que sea yo una Gandhi o Budha, Jedi o Dalai Lama, y honestamente me falta un chorro para ser una iluminada; pero, si he aprendido algo. He aprendido a respetar, porque he aprendido a ponerme en el lugar de las personas, sin juzgar. 

Obvio me burlo de algunas personas, de hecho me encanta reírme cuando alguien hace estupideces, adoro reírme de mi misma, soy irónica y me echo mis juicios frívolos; pero hay algo más, no se si sea empatía con quien más la necesita en el momento indicado para mi, pero existe y es ese freno de mano que me pone a reflexionar, a hacer historias en mi cabeza de cómo debe verlo el de enfrente y dar por hecho que yo seguramente lo haría diferente, pero no mejor.

No me gusta vender, ni me gusta que me vendan. Cuando quiero algo, lo compro y ya. Cuando alguien me insiste e insiste en que debo hacer, ver, tener, comprar lo que sea y sobre todo cuando recurre al "miedo" como argumento de venta... me alejo. No lo soporto. Y creo que muchas veces he sido vendedora de mis ideas, he tratado de imponer que lo que yo creo y pienso es lo mejor, pero no es así. Hoy me di cuenta que todo lo que aplico en el mundo del consumo, lo he empezado a aplicar en mi vida personal, y por decirlo así, en mi vida espiritual. 

Hoy entendí por qué muchas personas se han ido de mi vida, algunos sin decirlo, otros gritándolo; es verdad, ya no soy igual. Pero no estoy segura que sea porque tuve un hijo, si no porque me dediqué a observar, a entender, y cuando dejas de juzgar, entiendes. Estoy segura que si le hubiera dicho al hombre de Jeohvá que yo soy brujilda y que si quería le armonizaba sus chakras (que por cierto el tercero estaba de miedo hasta la pared de enfrente), me hubiera juzgado, incluso hubiera solicitado refuerzos para hacerme entender que si de por si, ser vieja ya está muy castigado, ser bruja está ya para que te quemen. Pero decidí que hoy me iba a quedar callada, no por él, si no por mí. Porque ya entendí, y cuando entiendes, entonces cambias, y cuando cambias ya no hay vuelta atrás.