domingo, 14 de diciembre de 2014

De cuando me quité mi disfraz de mujer maravilla.



Empieza despacito. La gente que lo vive no se da cuenta, porque te va cambiando, te cubre por completo y te hace sentir bien. Es en realidad equiparable a una droga. 

Yo no recuerdo cuando comenzó, seguramente cuando era niña, pero se convirtió en esa sombra de la que habla Jung, o ese inconsciente del que Freud tanto presume, existe y crece contigo, incluso creo que hay un momento en que te rebasa, y mide 10 metros, o más, y aún así te acompaña siempre, camina contigo se convierte en un compañero, es parte de ti.

Hay veces en que recuperas aunque sea un poquito de valor y tienes momentos de lucidez, donde te cuestionas si el rumbo de tus decisiones está sostenido por tu esencia o por "eso".

Durante años y terapias intenté buscar un nombre para poder llamarlo, pasé por perfeccionismo, el "juez", el qué dirán, el deseo de demostrar; sigo sin encontrar un nombre que suene muy serio, lo único que tienen en común todos los términos que se me ocurrieron es que buscan el aplauso, buscan quedar bien con "alguien" (no definido aún) externo. Hoy le llamo "el traje de mujer maravilla", un afán compulsivo por ser perfecta, por hacer todo bien, por quedar siempre bien, porque la gente frente a mi y mis espaldas tenga comentarios de aceptación, por hablar, caminar, expresarme, sentirme, verme siempre bien.

Si usted ha leído hasta este párrafo, seguramente se está aguantando las ganas de decirme que vaya a terapia. Pero queridos lectores, esto no se resuelve tan fácil. Intenté psicoanálisis (lo del diván se ve muy nice, pero es lento y muy estancador), terapias Gestalt, visité expertos en este plano y en los otros cantidad de lectores de auras, el tarot, piscólogos y psiquiatras ... todos coincidían: estás muy bien, solamente necesitas aprender a dejar de lado esa necesidad de ser perfecta. 

Comencé una terapia que yo llamo alternativa cuando toqué fondo. Inicié con enfermedades, me pegaron todas en el estómago... apendicitis, la vesícula, reflujo, gastritis, temporadas en cama con mareos, luego gripas, calambres... pero un día en la noche empecé con un dolor muy fuerte en el pecho, era como si unas garras estuvieran apretando mis pulmones, empecé a tener miedo, pánico de no poder respirar, y de repente frente a mi escenas de mi vida, decisiones por tomar, personas por sorprender, cosas por hacer, mareo... me recetaron ansiolíticos, que mi cuerpo rechazó por completo con un ataque de los peores que sufrí en mi vida, a punto del desmayo y con ideas extremas en mente decidí que no quería vivir drogada, que buscaría otras opciones. Homeopatía. Me mantuvo sobre la tierra y funcional, pero seguía sintiendo "eso" atrás de mi, vigilándome, viendo cada paso, juzgando cada palabra, cada decisión, quien haya sufrido ansiedad y pánico seguramente me comprende.

De repente todo los seres queridos se convierten en lobos. Todos te miran raro y te dicen: "tienes que relajarte", "no sabes mantener la calma", "tienes que madurar y aprender a manejar el stress"... ¿qué creen? No lo estoy haciendo a propósito. Libros, muchos libros, páginas de internet, grupo de ayuda de personas con Ansiedad. Comencé con yoga, me ayudó bastante pero no era necesario ni suficiente, mi cuerpo comenzó a relajarse pero mi mente seguía a mil por hora.

Última oportunidad. Una terapia alternativa con una psicóloga de la UNAM, que resulta que además es vidente. ¿Neta? Bueno, ya solo me falta ir a Chalma o pedir posada en San Bernardino... estoy perdiéndome en este mar de pensamientos y estas garras aprietan, no me reconozco y estoy tan cansada. Intentemos.

Mi vida cambió. Me encontré con una mujer honesta, directa, que de alguna forma sabía leer cada uno de mis pensamientos y mis miedos, una mujer que hablaba de ansiedades, depresiones, espíritus, maestros ascendidos, misiones de vida, chakras y groserías por igual. Sentada frente a mi, con su cigarro, me analizaba, me retaba. Fue la única persona en ese momento que no me trató de "pobrecita", me sacudió. Entre libros, pláticas, terapias y cursos, experiencias increíbles (que ya les contaré luego) con ella y en paralelo, comencé a relajarme, comencé a perdonarme.

Me desconocí las primeras veces que abrí la boca para decir mis pensamientos íntegros, SIN filtro. Es impresionante como la gente que más te motiva a "cambiar" y "relajarte" es la más ofendida cuando le dices tus verdaderos pensamientos y sentimientos.

Nunca se me va a olvidar la primera vez que medité. Era un (y perdón por la palabra) reverendo desmadre. Mi cabeza junto con mi sombra corrieron por el traje de mujer maravilla, me lo pusieron y empezaron a decirme: "segura que estás respirando bien?, te están evaluando, no te has podido conectar... de verdad crees en esto? te ves ridícula haciendo eso, siéntate derecha!, seguro saliendo va a haber mucho tráfico, qué vas a cenar? , como que esta picazón en las piernas no es correcta, esto no es tan bueno, pero no es tan malo..." Adicional a eso, las personas conocidas a quienes poco a poco me atreví a contarles que estaba cambiando mi estilo de pensamiento, que en una de esas eso de la energía no estaba tan loco, me veían raro. 

Una vez, por casualidad (o como se ahora, causalidad) escuché en un programa de radio la voz de una mujer relajada, amable, que contaba como si fuera chisme unas lecturas de tarot, y comenzaba a decir que iba a dar un curso. Mi sombra se puso al lado, sacó las garras y me apretó la panza: "Tú no crees en eso, no seas ridícula" pero para ese momento, después de encuentros con seres de luz, de sombra y meditaciones mas o menos decentes estaba entre nubes, le saqué la lengua y marqué. Me contestó a la primera. Agendé mi curso, para mi cumpleaños, y un par más para llevar.

Y desde ahí no ha parado. La vida me sigue enviando pruebas y retos, jueces y señaladores (como a todos), situaciones fáciles y otras no tanto, y yo saco mi disco de Ho´opono pono, mis cursos de tapping, de energía, de la vida, de la muerte, pongo música y un incienso y me pongo a meditar. Mi sombra se ha hecho muy pequeña, yo creo que hoy no me llega a la rodilla. Su voz es menos terrible, es más como un niño berrinchudo pidiendo que le haga caso. No la ignoro, después de 32 años uno le toma cariño a sus miedos, a sus monstruos. 

He ido conociendo personas maravillosas en este camino, maestras y maestros llenos de amor y paciencia que han destapado nuevas dudas, nuevas opciones, y que me han ido enseñando de a poco o mucho nuevas maneras de ver la vida, nuevas opciones, nuevas ideas, pero sobre todo a amarme.

No soy una gran tarotista, me cuesta un chorro hacer perros mirando hacia abajo y mucho más aprenderme y pronunciar shavassana (es más creo que lo escribí mal), meditando suelo ponerme a platicar con mi mente y mi sombra, ya no les tengo miedo ni las regaño... ni ellas a mi. A veces, me traen el disfraz de mujer maravilla para ponérmelo y querer ser una estrella, pero nos damos cuenta que aunque quisiera, ese traje ya no me queda, hoy soy una talla mucho más grande y las 3 nos echamos a reír.

Hace tiempo que decidí dejar de ser la eterna buscadora de perfección, la mujer maravilla me aburre. Elegí ser la mujer que se equivoca, que se cae y se queda ahí tirada llorando de la risa, elijo ser la mujer que se enferma y no se culpa, la que a veces no sabe lo que quiere, pero lo intenta, la mujer que necesita ayuda, que necesita apoyo y amor de otros, la mujer a la que le afectan cosas humanas, que busca ser siempre mejor, pero a veces se cansa y se da el permiso de simplemente "ser", de tomar decisiones equivocadas, de comerme un chingado pastel y luego unas papas, de estar cansada y acostarme un rato, de decir: no gracias cuando no se me da la gana ir, hacer, hablar, estar donde y con quien sea; de decir: no estoy de acuerdo o ese tema me da hueva, sin temor a lastimar a alguien o "quedar mal".

Entre fantasías y realidades, con mi sexto sentido más despierto que nunca, con mi tercer ojo super abierto, mi piel chinita y unos zapatos cómodos, decido aceptarme y amarme tal cual soy, y me caigo mejor que nunca. Mi mente y mi sombra complotean de repente, buscan nuevos trucos para llamar mi atención, a veces lo consiguen, y otras simplemente las dejo pasar, las suelto y les cierro el ojo. 

Nadie merece vivir por su ego, su miedo, expectativas externas, etiquetas, objetivos (claros, medibles y cuantificables), justificaciones y explicaciones... Todos merecemos simplemente SER uno con nuestra escencia. Y lo demás, ¡Qué chingados!

p.d. me sobra un disfraz de mujer maravilla talla cero, por si ocupan.