martes, 1 de enero de 2019

Parir en 30 horas con calcetines calientitos.



Mi primer parto me dejó secuelas emocionales difíciles de sanar, sobre todo con el postparto que le siguió, una zona de limbo entre la obscuridad y el averno agarrada de un salvavidas que era frágil y de vez en cuando me costaba trabajo encontrar. 

Ese primer parto me agarró desprevenida, la primera contracción me dio de golpe en la cara y en la vida y me perdí... me desconecté, empecé a divagar, solté mi centro, me entregué de lleno al miedo. Fueron casi 24 horas de "labor" aunque en realidad se estableció una vez que le pedí ayuda al doctor pues las contracciones no se establecían (si no eres conocedor de este tema, resulta que no es como en las películas que vas caminando, se te rompe la fuente, gritas y pujas... requieres HORAS, DÍAS y a veces SEMANAS de preparación y se tiene que establecer un patrón, las contracciones deben empezar a ser ritmicas, es como una coreografía perfecta entre tú y el bebé). Llegué al hospital, y ahí me metieron oxitocina sintética, la hormona que desencadena el parto y a darle... a las 4 horas estaba lista para parir y ahí empezó todo: médicos yendo y viniendo, ruido, voces, un quirófano, se me dijo que no iba a aguantar la expulsión dado mi cansancio (pobrecita yo me creía todo), así que pedí bloqueo, me amarraron las piernas estando acostada, me aplicaron maniobras que en otros países son prohibidas, me dijeron que guardara silencio y me cortaron. Después de un rato de pujo, nació Leo. Un perfecto bebé que lloró desde que nació hasta los 3 meses, según yo sin descanso. Y se lo llevaron. 

Cuando pasó todo me sentí bien, pero a los pocos días empecé a recordar cómo había sido todo y me dolía en el alma haberme perdido mi parto. Dejé que todo sucediera y observé, y no pude darle mi toque especial, y eso me llevó a una tristeza profunda, a meses de sentirme débil, desconectada, perdida. Las mujeres somos muy chingonas, porque sanamos, porque agarramos los pedacitos y nos armamos de nuevo, y en mi caso, tendría que hacerlo porque no lograba conectarme con mi pequeño Leo que gritaba y lloraba lo que yo callaba. 

Lo logré. Sané ese momento, lo liberé, empecé a enfocarme en lo que me había gustado, y bueno, estar viva con mi hijo en brazos era una de las partes favoritas. Me dediqué a estudiar, certificarme, a tomar cursos, leer libros, devoraba libros completos sobre maternidad, postparto, crianza, desarrollo de los niños, energía, magia... todo aquello que le resonara a mi alma, mi cuerpo y mi mente; y empecé a sanar cuando me di cuenta que no era la única a la que le pasaba eso en diferentes momentos de la maternidad, y me propuse acompañar a otras madres desde el amor sin juicio... 

Cuando supe que estaba embarazada de nuevo, lo primero que vino a mi fue: quiero un parto diferente. No se como será, ni como va a terminar, pero no quiero repetir ese parto que tuve con Leo. Me merezco otra oportunidad. 

Así que me puse a investigar (más) y a pedir referencias, necesitaba perdonar a las doulas y a los médicos, así que les di otra oportunidad. Una mamá de la escuela de Leo, a quien le voy a agradecer siempre, me recomendó a su Ginecólogo, un médico quesque muy acá de buenas tablas, con buena reputación respecto a su perspectiva del parto y decidí darle una oportunidad. En realidad, uno de mis grandes aprendizajes respecto a parir es que en realidad no hay una manera correcta de hacerlo, hay mujeres que eligen cesáreas, hay quienes piden partos, bloqueos, en agua, hay quienes la vida no les deja otra opción, y todas esas opciones están bien, eso fue lo que me tuve que tatuar en la cabeza, así como sucede está bien. 

Cuando llegué con el Doctor, iba muy relajada, dispuesta a evaluarlo, pero... la vida me tenía una sorpresa. En el ultrasonido se veía la bolsa, pero por la semana en la que estábamos, no se escuchaba el corazón. Christian, el médico, nos dijo: esto es de paciencia, la naturaleza es sabia, y tu cuerpo lo es también, vamos a darle 2 semanas a ese pequeño de manifestarse, y vamos un paso a la vez. Ya escribí sobre eso, un golpe bajo que no me esperaba. Afortunadamente a las 2 semanas, que para mi fueron como 2 años, se escuchó su corazón. Y comenzó mi viaje a las profundidades del embarazo nuevamente. 

Todo lo que no viví en el primer embarazo, lo viví en el segundo. Náuseas, sueño extremo, antojo de tunas (comí tunas a diario, en promedio unas 4, hagan sus cuentas), mareo, cambios de estado de ánimo muy brutales... y se empezó a acercar la fecha. Ahí fue donde decidí (me convencieron) de tener una doula en mi parto así que la misma mamá (Jennifer, si estás leyendo esto GRACIAS) me recomendó a su doula Dana, y nos entrevistamos y nos caímos bien y decidimos intentarlo. 

En nuestra penúltima sesión con el Doctor, me preguntó si estaba lista. Me puse a llorar, y le dije: ¡no se! Nunca he parido así, siendo la protagonista. El sonrió y dijo: es TÚ parto, vas a poder hacerlo, tu vas a poder. 

Comenzaron a pasar las semanas, y Natalia mi pequeña no se decidía a nacer, mi panza gigante, mis piernas cansadas, la espalda adolorida, mi caminar de pingüino y mis emociones en kamikaze y LA GENTE, la bendita gente que es imprudente porque si... preguntando si todo estaba bien, qué estaba pasando. 

Varios simulacros en las madrugadas, donde las contracciones llegaban y se iban y un esposo cada vez más ansioso después, desencadenaron lo inevitable, porque contrario a lo que mucha gente piensa, pues los bebés eventualmente nacen (aqui va la carita de ojos volteados). Un viernes 14 de Diciembre, donde decidí cenar papas con chile y una copita de vino relajante con chocolates comenzaron las contracciones de verdad. Una llamada, el Doctor diciendo: vente al hospital y los nervios que llegaron de nuevo. Pero esta vez, estaba lista, así que agarré los nervios, los eché a la maleta junto con calzones enormes de abuela y ropa muy aguada (porque la Adriana primeriza pensó que iba a caber en su ropa anterior al embarazo al día siguiente, jaja) y nos fuimos al hospital.

Llegamos al hospital el Sábado 15 de Diciembre a la 1:30 am. Entré caminando, muy tranquila, hasta que al abrirse la puerta de la zona de Salas LPR (Labor, Parto y recuperación) me recibe un sonido que nunca olvidaré: los gritos de una madre pariendo. Me hice para atrás, respiré y voltée a ver a Alejandro, mi esposo y le dije: así me voy a poner? y el sonrió y dijo: tranquila, entremos. Me revisaron, oh sorpresa! 4 cm de dilatación. Muy lejos de los 10 para pujar, incluso de los 6 cm recomendados para ingresar al hospital. El doctor habló conmigo y decidió ingresarme, seguramente me vio cara de: esto va a avanzar bien. 

Y pues no. 

Me instalé, sacamos el kit de aromaterapia, los rebozos, colocamos la silla maya cerca, la pelota, los skacks y me dispuse a DISFRUTAR mi parto. Dana, nuestra Doula llegó al poco tiempo, se instaló y sacó la cámara. Si pudiera describir ese espacio era como si yo hubiera envuelto ese lugar y lo hubiera hecho mío, y también Alejandro y Dana, era como si fueran una extensión de mi. Me sentía fuerte, segura, confiada. Conectamos el teléfono a la bocina, comenzaron a sonar las canciones que elegí para ese momento. Llegó la mañana, el desayuno, contracciones, baile, cantamos, coreografías. El Doc y su asistente entraban de manera intermitente a revisar mi presión, los latidos de Natalia, llegó la comida y la tarde... las contracciones no se establecían tan rítmicamente, algo estaba pasando. Cerca de las 5 pm, el doctor me revisó, 7 cm. y una mano de Natalia en la cabeza... estaba impidiendo que lograra bajar más y encajarse para acelerar el parto. 

Una vez más, el doctor, paciente me miró y dijo: vas bien. Vamos a esperar que Natalia se acomode, vamos a confiar en ella. ¿Cómo te sientes? ¿Vas bien?

Llegó la cena, más canciones, más baile, baños con agua caliente, masajes de Alex, de repente lloraba y el me abrazaba mientras bailábamos, otras (las más) reíamos, el Doctor entraba a bromear, y en ciertos momentos cerraba los ojos, conectándome con la tierra, con Dios, con fuerza... sentía que me quedaba poquita, eran demasiadas horas sin dormir. 

Cerca de la 1 am yo era la versión de Rocky ya al final de la película. Apenas podía hablar, mis ojos se cerraban y los lograba abrir solo para ver la cara de quien me hablaba. Me acomodaba en automático para que me revisaran. Alex se alarmó, y le pidió al doctor hablar conmigo y revisar qué opciones teníamos. 

Christian llegó cerca de la 1:30 am a hablar conmigo. "Adri, estás muy cansada, tenemos algunas opciones... puedo ayudar rompiendo la bolsa, para ver si se acelera el parto, al ritmo al que vas podríamos estar hablando de unas 5-6 horas más, la otra es meter oxitocina y ayudar a regular el parto y podemos usar bloqueo para que estés cómoda y recuperes algo de fuerza" Yo lo oía llorando, temblando a decir verdad, empecé a temblar de miedo, de sueño, de cansancio... y me volví a sentir como hace 4 años y medio, en manos de otros, débil y asustada. El doctor pudo verlo, y dijo: Adri, no tienes que decidir ahorita, podemos darle una hora más a ver cómo avanzas, este NO es el parto de Leo. Yo llorando le dije: ¿Qué hago Doctor? y el sonriendo dijo: No Adri, este es TÚ parto, ¿recuerdas?

El Doctor volvió una hora después, yo mientras me di un baño, y caminé un poco más. Me revisó, estaba casi en 9 cm... ¡tan cerca! Las contracciones eran una locura, mi cuerpo cansado y temblando se abría para recibirlas, dolía mucho... no estaba segura de cuánto iba a aguantar así. Me preguntó: ¿qué hacemos? y yo alcancé a decir: "Es que si me pones bloqueo no me voy a poder meter a la tina" y lloré tanto, porque la tina estaba lista... porque sabía que a pesar de haber sido mi sueño de meses, tenía que tomar una decisión y todo indicaba que no era esa. En ese momento, Dana, se levantó y tomó mi mano, y dijo: "Adriana, ¿cuál es el objetivo de que estemos todos aquí, que te metas a una tina?..." y eso me aterrizó. Claro que NO, estábamos ahí por Natalia, y yo estaba ahí parada, frente a mi parto y de la forma que fuera sería perfecto. 

"QUIERO DROGAS. Elijo el bloqueo Doctor, necesito dormir" mi alma descansó cuando dije eso y si quedaba un mínimo rastro de juicio de mi hacia mi decisión en los siguientes minutos se diluyó. 

Gabriel, un médico como de 3 metros (o al menos así lo vi), lleno de luz entró a los pocos minutos diciendo: "¡Hola Adriiii, soy Gabriel, vengo a quitarte el dolor para que puedas dormir un rato!" y yo di las gracias al cielo por los avances de la ciencia. Me quedé dormida casi 1 hora, sin dolor. 

Me despertó una punzada, regresaban las contracciones. Era hora de ver que había sucedido. El Doctor volvió y me revisó, rompió la bolsa y Natalia bajó de volada. "¡Ya está aquí!, Adri, ¿estás lista?" yo me incorporé, aplaudí, apreté los puños y dije: ¡ESTOY LISTA! (jaja aquí va una carita de esas que lloran de risa, porque las mujeres pariendo hacen cosas muy extrañas) "Pongan el playlist de EXPULSIÓN!" agregué.

Empezó a sonar la música, desde The eye of the tiger, This is Me, Hero, Aleluya... el doctor dijo: si te aplicas, en 6 pujidos nace... a mi me encanta que me reten, obviamente sería en menos; y si. Pujé una vez, mis piernas estaban recargadas en el doctor y su asistente, el pobre casi muere asfixiado cuando mi pie con mis calcetines calientitos resbaló a su garganta... y luego dijo: ¡Adri, ya está aquí, puja como si quisieras verla! 

Bueno, no tengo que decirles que en ese segundo pujido, un 16 de Diciembre a las 4:55 am nació Natalia mientras sonaba Sweet Child Of Mine de fondo. 

Es inexplicable la sensación de VER y sentir como sale un ser humano de ti. Me la pasaron de inmediato, la abracé, pensaba reclamarle ese parto tan largo, pero solo pude dejarme caer con ella en brazos en la camilla llorando, de alegría, de cansancio, de sentirme tan poderosa, de triunfo, de orgullo por haberme regalado la oportunidad de parir así. Gracias al Doctor presente y paciente, humano y entregado, a Dana constante, precisa, amorosa; pero sobre todo a Alex, mi coach, mi porrista, mi compañero, que me echó porras todo el tiempo, que no bajó los brazos, que me apoyó con palabras y con silencios. 

La recuperación ha sido diferente, creo que a dos semanas me sigue doliendo el cuerpo, pero estoy parada en un lugar distinto. Me siento plena, poderosa, llena de vida... y también cansada y llena de muchos miedos y sueños que afloran en las madrugadas. Me siento capaz de hacer todo y con ganas de no hacer nada por ahora. 

No hay prisa. 

Natalia de miles de maneras me lo ha enseñado.