lunes, 5 de enero de 2015

Carta a un pediatra.



Desde que nació mi hijo, me he dado cuenta del real impacto que tiene un médico. No solamente es la salud o incluso tu vida lo que está en sus manos, es tu estabilidad emocional, tu entereza como ser humano. 

Por azares del destino, vivimos un episodio que hoy se ve borroso a los pocos días de nacido Leo. Un pediatra después de una revisión nos mandó a ver a un "neurólogo" pediatra para diagnosticar un posible espasmo del sollozo de mi hijo. Leo tenía 5 días de nacido. El neurólogo (muy reconocido supuestamente) no hizo mas que provocar el llanto de mi chiquito y quedarse parado viéndolo y riéndose (porque que buenos pulmones tiene). Después de 10 minutos de una verdadera tortura, se sentó y nos explicó a mi y a mi esposo que nunca había visto un caso así (huesos fríos y lágrimas en los ojos), el niño tenía un espasmo en la respiración y era necesario medicarlo YA. Se puso a pensar muy indeciso si darle un medicamento llamado nootripil o ribotril (total, cositas de nada, tempra o neomelubrina...) decidió irse por el primero. No sabía la dosis, así que que tal unas 2 gotas cada 12 horas , no mejor cada 8 y ahí me avisan.

Salí llorando de impotencia y coraje, con mi bebé en brazos, de 5 días de nacido. Lo abracé y lloré, y le pedí a Dios que me diera sabiduría para tomar una decisión. Decidimos NO darle nada. Yo llegando a casa me repuse y le receté altas dosis de besos, apapachos, más caricias, más porteo, más pecho a demanda. Hoy mi niño tiene 6 meses, desde la semana 2 de nacido, dejó de tener el espasmo. Otros pediatras me explicaron que es normal pues sus pulmones todavía no se adaptan. Vaya, que imbécil disfrazado de doctor nos fuimos a encontrar.

El caso de mi pequeño Leo, no se compara ni un poco con el de mi sobrino, Alex. Un niño realmente mágico que vino a cambiar vidas, y ojalá que esta carta que despúes de varios años se atrevió a escribir mi hermana toque también sus vidas y NUNCA se queden con un diagnóstico al aire, o de ojo de buen cubero. Siempre pidan más, exijan más. Los médicos son personas a  NUESTRO servicio y no al revés. Por favor, compartan tanto como quieran esta entrada, que lo sepa México, el Mundo! ...no podemos permitir tener una generación de niños drogados mal diagnosticados con TDAH. Tomemos conciencia padres y madres, la salud física, mental y emocional de nuestros niños y nuestro mundo está hoy en nuestras manos... 

Finalmente, a mi hermana, un agradecimiento por compartirla y dejarme publicarla. Es admirable lo que una mujer enamorada puede hacer, te quiero infinito!

Aquí les dejo el texto original.


Carta para el Dr. "X". Neurólogo Pediatra.

Buen día Dr. esperando se encuentre muy bien, quiero que me de unos minutos de su tiempo para leer una historia de un niño que fue su paciente, yo soy la mamá de ese niño, tal vez no nos recuerde pues fue hace algunos años que llegamos con usted, pero no está de más que sepa la importancia que tiene un doctor en la vida de toda una familia, le escribo la historia vista desde mis ojos…

Como usted sabrá, cuando se sabe que viene un bebé en camino es la felicidad más grande del mundo. Voltea el mundo de cabeza para toda la familia, especialmente a los papás y el corazón se llena de alegría, ilusiones, planes e imágenes de lo que será tenerlo entre tus brazos. Imaginas cuando te diga mamá/papá por primera vez, cuando sonría, cuando vaya a la playa, cuando juegue en el parque, cuando lo lleves al cine y todo lo que vas a compartir con esa personita que ahora, depende completamente de tí.

Nadie te enseña a ser buen padre pero, se puede improvisar en la marcha. Lo que no te esperas nunca, es que aparte de ser padre o madre por primera vez, tendrás que lidiar con algo mucho más difícil y profundo. Que tu hijo venga con un problema.
Usted como un neurólogo reconocido, conoce diariamente muchos casos así. Incluso tal vez ya sea algo normal para sus ojos. Pero para los ojos de nosotros, los padres de estos niños, nunca será normal. Es por experiencia propia y de conocer personalmente muchos de éstos casos, una de las cosas más difíciles de sobrellevar en la vida. 

Ale siempre fue un bebé sano, grande, y a mis ojos el más hermoso de todos. Lo alimenté, lo cuidé, lo arrullé, lo besé y lo abrace tanto que mis brazos temblaban al final del día y mis ojos se cerraban de cansancio, pero estaba feliz. Poder haber tenido la oportunidad de ser mamá de tiempo completo y ver cómo iba creciendo y desarrollándose es algo invaluable. Hasta que llega ese día... en que te das cuenta que ese bebé, que se ha convertido en tu vida entera, tiene una pausa y retroceso en su desarrollo.

Ya no te habla, ya no te voltea a ver, ya no sonríe, se ha escondido en un mundo que no es el que habían estado compartiendo, es un lugar dentro de él, al que no puedes entrar y en tu ignorancia, un miedo que aún siendo un adulto te quita el sueño y te come por completo.
Como una mujer de 23 años, terminando un proceso de divorcio y madre primeriza, es el mundo sobre ti. Empezar a ver como tu hijo está cada vez más lejos de ti, como la gente murmura y juzga, como los niños le huyen y todo el mundo se vuelve experto llenándote de consejos y palabras que no te llenan.

Después de mucho pensar, investigar, y rezar... llegó el día en el que decidí acudir a ayuda profesional, y así fue como llegue con un neurólogo que después de 10 minutos de revisión física me dijo... solo es un retraso en el desarrollo, y lo medicó. Yo salí al igual que llegue, temblando y con una sensación de intranquilidad, realmente no estaba convencida pero haría lo que fuera por que Ale estuviera bien, y cuando llegó la hora de la medicina, yo sentía que mis esperanzas se iban en cada cucharada. No solo no ocurría nada, al contrario, hizo todo peor. Ale estaba cada día más alejado de mí, empezó a llorar mucho, gritar, y trataba de hacerse daño todo el tiempo. Así que yo no podía dejarlo un solo minuto sin verlo y llena de impotencia sólo me quedaba esperar.
Un día, llegó la cumbre, cuando realmente empezó nuestra lucha, recuerdo como Ale se tiró al piso y azotaba la cabeza tan fuerte contra el piso, que yo hincada a su lado tratando de que no lo hiciera más, por primera vez lloré y con intentos fallidos por semanas de comunicarme con su neurólogo, por mi mente solo había 2 opciones, seguir llorando o levantarme y seguir. Voltee a verlo y sus ojos me dijeron la respuesta, él estaba encerrado en un cuerpo y una mente que no lo dejaba, estaba medicado, dopado y yo era la única que podía ayudarlo. Así que ese día lo cargue, me levanté y nunca más volví a caer. A partir de ese día deje de preocuparme, y me ocupé. Así que la vida sonriéndome por mi decisión, me ayudó a encontrar un nuevo y gran neurólogo, terapeutas, psicólogas, y un diagnostico exacto, tratamiento y resultados evidentes, que me hicieron ver de nuevo los días soleados, que me hizo ver a mi hijo volver a mi mundo, escucharlo decirme mamá, sentirlo abrazarme, ver como descubrió el mundo, el azúl del cielo y sus manos como parte de su cuerpo, y con cada paso luchando por llegar a ser lo que él realmente es capaz de hacer.

Ahora Ale tiene 6 años, es un niño sano, grande, sobresaliente en su clase, es sociable, noble y muy carismático, se gana a la gente por ser cariñoso y transparente. Es muy travieso y manipulador, corre, juega y se ensucia las manos, le gustan los carros y su risa es muy contagiosa, le gusta el orden, no le gusta lavarse los dientes ni que las personas se enojen, es muy inteligente, ya no es nada de lo que fué.

 Este año lo cierro como el final de un ciclo, lleno de medicinas, electroencefalogramas, médicos, estadísticas, terapias. Y si, tengo un niño que dejó el pañal a los 5 años, que habló a los 4, que necesitaba de un masaje antes de cada comida, que se tardaba 2 horas en dormir, que tenía que tocar texturas antes de hacer tarea, que en lugar de jugar tenía que ir a terapias, que se desvelaba toda la noche cada 3 meses por un estudio, que soportaba cada crítica y que luchó por estar bien, con una gran fortaleza y constancia, y que cada vez que habla me recuerda lo que nos ha costado cada una de esas palabras, y cada vez que logra algo es mucho mayor el orgullo pues a él todo le ha costado mucho más. Tengo un niño con retraso en el desarrollo, guiado con el mejor tratamiento y dado de alta, un niño que será bueno dentro de la sociedad, que será independiente y que logrará todo lo que se proponga. 

Usted tiene un papel en ésta historia, es ése primer neurólogo que derrumbó toda expectativa, y que tomó mi caso como uno más. Créame que hasta hoy, después de casi 4 años, puedo contárselo y liberarme. Quiero que sepa que mis llamadas, mis dudas y mi preocupación tal vez lo atosigaban, pero viéndolo de este lado, tenía mi vida en sus manos. Sé que muchos niños van con usted, y lo poco que he sabido de algunos casos cercanos a Ale, la situación es parecida a la mía, quiero que reflexione, medica a los niños sin un estudio previo, sin pruebas exactas de su problema, para que dejen de "dar lata", para que los papás se queden tranquilos, para tapar la punta del iceberg, o porque para usted es un caso más de una generación de niños con TDAH? Todos esos niños que pasan por su consultorio, son el futuro, y no crea que alejado a usted, tal vez sean amigos, jefes, maestros, compañeros, novi@s, o conocidos de sus hijos y sus nietos. Podrían ser tal vez los doctores que lo atiendan en su vejez, o la persona de la que algún día necesite ayuda.

Quise cerrar este año escribiendo ésta historia para usted, ya no por mi hijo, si no porque diariamente llegan a usted mamás y papás con una historia parecida a la mía, o peor. Cómo cree usted que será una de éstas historias contadas por los mismos niños? Creo que es hora de que voltee un momento los papeles, y piense lo que pueda pasar más allá.

Dicen que se debe conocer la lluvia para apreciar el arcoíris, así que a pesar de todo, ahora que veo el panorama de lejos, le agradezco a la vida por ponerlo a usted en nuestro camino, porque las consecuencias de conocerlo nos hicieron luchar y conseguir el éxito, y espero así sea para todos los demás papás de niños con necesidades especiales que llegan a su consultorio por una respuesta que verdaderamente calme su inquietud y su impotencia.

Le deseo un feliz año y espero que mi historia logre su objetivo, que sepa la importancia que ocupa en todas esas familias que depositan en usted toda su confianza y realmente no quiero ni espero su respuesta, sólo confío en que sus conclusiones sobre mi historia, repercutan favorablemente en la vida de todos sus pacientes.

Atentamente,

Nancy Echandi Hernández

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